Capítulo XII.

1.7K 88 0
                                    

 Jueves.

Mañana es viernes y nuestra habitación está repleta de bolsas con productos de Halloween, golosinas, comida y otras cosas con las que decorar la sala. Natalia está sacando las cosas de mala manera y las está colocando en montones mientras yo voy haciendo un pequeño recuento de lo que tenemos. Natalia está algo taciturna pero antes de que pueda preguntarle que le ocurre alguien le llama por teléfono.

  —Ahora vuelvo —me dice Natalia y sale por la puerta.

Sigo sacando cosas. Mis pensamientos caen en cierto chico de ojos color miel. No he vuelto a hablar del tema con él y he evitado su terapia todo lo que he podido. Él sigue con Bea, abrazándose, tocándose y besándose delante de mí y ahora con más frecuencia. Dos semanas han pasado de la huída, muy pocos días desde su aparición en mi cuarto y creo que no me he recuperado todavía. Temo por lo peor.

Teresa no me ha vuelto a molestar aunque siempre me persigue con su amenazante mirada y Anís está un poco rara. Está de los nervios, está estresada y está agotada. Parece que no puede con su vida.

Escucho que la puerta se abre y con tan solo ver las zapatillas desgastadas sé quien es. No le presto demasiada atención. Mis manos siguen sacando pequeñas calabazas de golosina.

  —¿Qué pasa? —dice una voz similar a la de ultratumba desde la puerta.

  —Nada.

Me siento en la cama y sigo metiendo cosas. Anís entra en mi cuarto y noto como sus manos tiemblan. Sus ojos están húmedos y no tiene buena cara. Me quedo mirándola durante unos segundos y dejo de sacar murciélagos de las cajas.

  —Anís, ¿ocurre algo? —pregunto y me acerco a ella.

  —¿Estamos solas? —susurra como si alguien pudiera escucharla aparte de mí.

  —Natalia se acaba de ir —le informo.

Anís se sienta donde estaba yo hace unos segundos y noto como contiene los sollozos. Ella es una chica fuerte y me cuesta asimilar que se esté derrumbando delante de mí. Su postura que normalmente es atrevida está encogida como si intentase esconderse de algo.

  —¿Anís?

  —Soy tonta, Lina —susurra.

Me siento a su lado cuando veo que una lágrima se escapa de sus ojos. No sé qué hacer por lo que la rodeo con los brazos y ejerzo un poco de presión para intentar animarla un poco.

  —Explícamelo todo, por favor —digo tratando de comprender.

  —Es que… tú no lo sabes pero… soy… adicta —solloza y cubre su cara con sus manos.

  —¿Adicta a qué?

  —Me ha costado mucho reconocerlo y todo ha sido gracias a Aleix, ¿sabes? Pero he vuelto a recaer —llora desconsoladamente.

  —Anís, escúchame.

Aparto las manos de su cara y espero a que se tranquilice. Creo que es la ansiedad habitual del mono lo que le produce el ataque de nervios.

  —A ver, Anís. ¿Qué ha pasado?

  —Pues… el otro día Gabriel compró las drogas y… estuve con él hasta muy tarde. Estábamos colocados hasta las orejas pero quería más y salí de nuevo. Busqué a mi antiguo camello y… le pedí unos cuantos gramos. Volví a mi habitación y mientras Olga dormía… por poco estiro la pata. Aleix me va a matar…

Recuerdo que el martes por la mañana Anís no parecía una persona. Y no me extraña. La imagen de Anís tumbada en el suelo de la habitación con la mirada perdida mientras su cerebro se apagaba poco a poco retumba en mi cabeza.

Bandas.Where stories live. Discover now