Capítulo XXX.

1.3K 56 0
                                    

Martes.

 El segundero resuena en todo el cuarto. Los exámenes ocupan toda mi agenda mental y estoy de lo más saturada. Todos los papeles están dispersos por la cama mientras los repaso uno a uno intentando que toda esa información se grabe en mi memoria y se almacene hasta que pueda soltarlo todo en un papel y que califiquen mi supuesta sabiduría. Sabiduría. ¿De verdad alguien se puede considerar sabio? La sabiduría es algo que nunca se alcanza del todo, que aunque busques y rebusques a tu alrededor nunca se encontrará pero aún así seguimos buscándola. ¿No es algo absurdo? ¿No es una pérdida de tiempo intentar alcanzar lo inalcanzable? Tal vez sin esa eterna búsqueda nuestra vida sería un sinsentido.

La alarma del móvil me saca de mis pensamientos y me indica que tengo que echarle algo a mi rugiente estómago. Suspiro y me pongo de pie a duras penas. Estoy entumecida y me cuesta mover todas las partes de mi cuerpo. Me visto con lo necesario y salgo de la habitación. Las luces del pasillo junto a los colores del pasillo me deslumbran. Me siento como si hubiera finalizado mi hibernación.

  —Mira quien ha decidido salir de su escondrijo —dice Anís que me sonríe apoyada en la pared.

  —Una hibernación demasiada corta y sin descanso —susurro.

El pasillo está vacío y nuestras pisadas son lo único que se escucha. No encontramos a nadie en el camino, eso es lo que tiene las semanas de exámenes. Ni siquiera he visto a Aleix desde el domingo. El comedor está igual de vacío que el resto del edificio, se puede decir incluso que se respira tranquilidad. Una tranquilidad casi horrorosa, es como si todo el mundo hubiera desaparecido.

  —¿Y tú que has hecho estos días? —le pregunto cuando nos sentamos una en frente de la otra.

  —He estado con unos negocios —dice con superioridad.

Su muñeca está liberada de la venda que le pusieron tras el incidente del partido y ha vuelto a raparse el mismo lado de la cabeza. Sus ojos resurgen entre sus pecas y sus labios se alargan en una gran sonrisa. Se la ve bastante animada, demasiado diría yo.

  —¿Ahora eres empresaria? —digo con incredulidad.

  —Pues claro que sí, tengo un don de gentes.

Las dos nos reímos. La habitación está tan vacía que nuestras carcajadas se expanden sin nada que las detenga haciendo que las cocineras nos miren mal. Volvemos a reírnos y terminamos lo poco que queda de comida.

  —¿Qué tal con Aleix?

La pregunta se me atragante y comienzo a toser. La miro con las mejillas rojas mientras que ella solo me da una pequeña sonrisa de suficiencia.

  —Yo... Aleix... —Trago lo que queda de comida en mi boca e intento tranquilizarme—. Pues bien.

  —Ya, claro. Ese beso en el pabellón, los dos desaparecidos el sábado y la mayor parte del domingo. ¿Crees que soy tonta, amiga mía? Además cuando dejó a Bea todas las alarmas saltaron. Todos sabemos que tenéis un rollo demasiado calentorro.

  —No tenemos un rollo demasiado calentorro —rebato sin mirarle a los ojos.

Hay una pequeña pausa pero su sonrisa no se marcha de su rostro. Al parecer me he delatado a mí misma.

  —Ya lo sé. Aleix no te quiere solo para un polvo. —Anís se levanta y se sienta a mi lado—. Se nota que te quiere, no tengas la menor duda.

Mi respiración desaparece cuando Anís suelta esas palabras y se larga. ¿Aleix... me quiere? Me siento confusa y algo esperanzada. ¿Esperanzada? Oh, mierda. La banda se está asentando y esas dos palabras podrían hacer que perdiera cualquier rumbo seguro en el laberinto.

Bandas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora