Capítulo XVIII.

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Algo me acaricia cuando la niebla se va disipando. Los recuerdos de la noche anterior me golpean. Mi confesión larga y costosa, y su resumen apagado y contado un poco a desgana. No es justo pero no tenía fuerzas para presionar. Después el abrazo, su calor, su respiración. Creo que me dormí en sus brazos.

Me estiro y los dedos que recorrían mi cabello se apartan para dejar que me despierte. Froto mis ojos y después los abro despacio. La habitación está a oscuras.

  —¿Aleix? —me sorprendo al escuchar mi voz ronca.

  —Aquí estoy.

Está tumbado de lado, mirando hacia mí. Su pelo está despeinado y le cae por la frente. Sus ojos oscuros me transmiten seguridad, me siento protegida a su lado. Pero debajo de esos ojos se extienden unas oscuras ojeras.

  —¿Qué tal has dormido? —le pregunto llenando el silencio.

  —No he dormido. —Se encoge de hombros.

  —¿Te he molestado? —le pregunto preocupada.

  —No, simplemente no podía dormir.

Asiento y tiro de la manta para que me cubra mejor.

  —¿Tienes frío?

  —¿Nos quedamos aquí todo el día? —ignoro su pregunta y me acerco a él para abrazarle.

  —Encantado.

Volvemos a pegarnos torpemente y, cuando estamos cómodos, besa mi cabeza. Su respiración se desliza por mi piel provocando que el vello de mi cuerpo se ponga de punta y sus brazos me rodean guardando y suministrando a mi cuerpo un poco más de calor.

  —¿Estamos bien? —le pregunto en la oscuridad.

  —Sí, —dice sin vacilación— ¿por qué lo preguntas?

  —No sé. No quiero que nuestra relación cambie por lo de ayer —le confieso con un pequeño sus piro.

  —¿En crees que puede cambiar esto? —Echaba de menos su tono burlón.

  —No sé, tal vez seamos más cuidadosos.

  —Méndez, yo ya era cuidadoso con el tema de los chicos. Tú tampoco solías preguntarme sobre mi familia. Ya sabíamos los límites.

De repente se tumba bocarriba y me mira. Está sonriendo cuando se inclina hacia mí y me besa la comisura de los labios. Sé perfectamente lo que quiere pero niego con la cabeza.

  —¿Pasamos de las conversaciones tristes y melancólicas a esto? —pregunto y ladeo la cabeza.

  —Necesito dormir pero tú ya has descansado. No quiero que te vayas de la cama y te vas a aburrir si me duermo. Te estoy ofreciendo un gran regalo —argumenta con su bonita sonrisa.

  —¿Un gran regalo?

De sus labios sale un suspiro. Su mano agarra la mía y la lleva hasta su pecho dejándola allí y se acomoda para dormirse. Es exasperante. Me acerco a él y comienzo a deslizar mis dedos sobre su suave piel mientras su respiración se va regulando. Me alegro de que se haya dormido, así puedo hacer lo que me plazca.

Con el dorso de mis dedos acaricio su mandíbula. Su viril mandíbula. Después recorro su cuello con mis dedos. Su piel está escasamente bronceada pero se ve magnífica. Suave y perfecta. Hasta que encuentro una cicatriz en la clavícula. Nunca me había fijado. Paso el dedo índice por encima, noto la irregularidad en su piel y mi curiosidad se desempana. Me inclino y beso esa zona. Miro su rostro de nuevo pero este no se ha inmutado. Me olvido de su clavícula y sigo explorando. He de decir que no es el típico chico con un cuerpo de un dios pero a mí me gusta, puedo ver sus músculos superficialmente. Su pecho se mueve delicadamente. ¿Más besos? No quiero que se despierte pero su cuello me llama. Acerco mi boca a su cuello y espero alguna reacción. Vía libre. Mis labios rozan su piel, sin brusquedad. Su boca se abre y deja escapar un suspiro. No sé si está realmente despierto pero vuelvo a besarle.

Bandas.Where stories live. Discover now