Capítulo X.

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Giramos a la izquierda en una calle. El callejón está lleno de contenedores y basura. También está la puerta del club nocturno que he visto cuando hemos entrado. El olor es nauseabundo por lo que me tapo la nariz con la manga de la chaqueta. Son las seis de la tarde y ya está comenzando a oscurcer.

  —Que peste. Es peor que los pedos de Javi —se queja Anís.

Suelto una pequeña risa. Caminamos hasta el final donde nos encontramos a un chico. Tendrá la edad de Aleix pero parece mucho más viejo. Su gran barba cubre la mitad de su cara y su mirada no parece la de un chico de dieciocho años.

  —¿Lo tienes? —pregunta Gabriel con voz de negocios.

  —Claro que sí pero, ¿quiénes son ellos? —su tono, en cambio, es más desconfiado.

  —Son unos amigos, tranquilo.

Esperamos detrás de Gabriel mientras hacen el intercambio. Mi intuición me dice que salga corriendo de allí, que algo malo va a pasar. Me abrazo a mí misma intentando guardar mi calor corporal. Las nubes no dejan pasar la luz del sol y una siniestra y fría brisa a comenzado a circular por los callejones.

  —Muchas gracias, Treta —dice Gabriel y se da la vuelta para acercarse a nosotros. Por su sonrisa parece que acaba de hacer un buen trato—. Vámonos.

Salimos del callejón sin mucha prisa. Esta zona está vallada, se supone que esta pequeña urbanización está comida por las termitas y no deberíamos de estar aquí, se pueden derruir en cualquier momento. Según Gabriel eso sería imposible pero se alegra de que hayan restringido toda la manzana, así los cambios de hierba son más seguros. Llegamos a la valla y saltamos de uno en uno pero, cuando parece que Anís solo tiene que dar un salto para que todo termine un coche con unas luces azules parpadeantes gira la esquina y se detiene. Nos ha visto.

  —¡Deteneos! —nos grita el agente de policía.

Voy a girarme pero antes de que pueda ver nada alguien tira de mí. Corremos hasta donde la calle se integra a otra pero otro coche de luces azules se encuentra en nuestro camino. Nos dispersamos rápidamente. No sé hacia donde van Gabriel y Anís pero Aleix tira de mí y nos introduce en un laberinto de callejuelas. Creo que he pisado una rata, hay mucha mierda en el suelo. Las calles parecen que cada vez se están haciendo más pequeñas. Izquierda, derecha, de nuevo derecha. Avanzamos entre edificios hasta que llegamos a un muro. Solo nos queda retroceder. Voy a actuar pero Aleix me retiene y me pega con la espalda en la pared.

  —Volvamos —sugiero con algo de ansiedad. Vuelve a estar muy cerca.

  —No sabemos por dónde pueden estar. Quedémonos a ver qué pasa —susurra mientras mira a la oscuridad.

El tiempo pasa muy despacio, al igual que las gotas que se precipitan desde el cielo. No tengo por qué tener miedo. Es la policía quien nos busca, no un asesino en serie. Creo que lo que más me preocupa es la reacción de mis padres. Lo que pensarán cuando arresten a su hija porque la han pillado comprando droga.

En la pared se proyecta un punto de luz, una linterna. Estamos perdidos.

  —Mierda —susurra Aleix.

Cierro los ojos intentando mantener la calma mientras el punto de luz se va haciendo cada vez más grande. Escucho las gotas, los pasos del policía, la agitada respiración de Aleix y la mía.

  —Salir de ahí —grita el policía.

Debería haberme quedado con Sandra, bendita Sandra. Debe de estar preguntándose por qué he cancelado nuestra cita de estudio. Tenía que haberles enseñado la salida y haber vuelto a mi cuarto para cambiarme y asistir a las clases. Mi madre siempre dice que los actos malos tienen consecuencias malas, creo que cuando la vuelva a ver le dará las gracias por el consejo, con algo de ironía, claro.

Bandas.Where stories live. Discover now