Capítulo XXXIX.

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Viernes.

Primer día de las vacaciones de navidades y el día D. La fiesta comenzará dentro de unas horas y he de decir que estoy algo nerviosa. No he visto a Aleix el tiempo que yo quería por culpa de los exámenes, pero le veré dentro de poco. Hemos hablado entre clase y clase y por mensajes, pero poco más. Le he echado en falta bastante pero lo he ocultado con miles de apuntes.

Recojo las notas y camino hacia mi cuarto.

He tenido que luchar contra viento y marea para que mi madre no me viniese a buscar hasta mañana por la noche, está entusiasmada por poder pasar las navidades juntos, entusiasmada por tener una comida familiar medianamente normal. Aleix me ha dicho que va a ir a cenar a casa de sus padres algún día pero que la mayoría de las fiestas las pasará en el piso de Manu, según él la fiesta está asegurada. No comenté nada de sobre mis dudas sobre la fiesta, mientras Aleix me hablaba de esto tuve que repetir varias veces en mi cabeza que debía confiar en él.

Natalia se ha marchado hace una hora y la habitación está bastante vacía sin ella y sus cosas relucientes, parece que la habitación está más oscura que de costumbre. Me siento en mi cama y saco la cámara de fotos de la caja mientras sonrío. Es bastante antigua, pero tiene carrete para hacer fotos. Miro a mi alrededor en busca de algo para fotografiar pero no hay nada. Pienso si llevármela a casa de mis primos, al final declino la opinión.

—¿Qué tienes ahí?

Pego un bote y hago malabares con la cámara hasta conseguir de nuevo que se encuentre segura en mis manos. Tengo el corazón a mil por hora. Miro con los ojos entrecerrados a Anís que se asoma por la puerta con una sonrisa.

—Es un regalo —susurro y vuelvo a meter la cámara en su escondite.

—¿Tan pronto? Creía que para eso había que esperar al veinticuatro.

Anís se adentra en la habitación y cierra la puerta. Cuando llega a mi lado se tira de la cama haciendo que por poco me caiga haciendo que su pelo caiga bruscamente. No reímos y me vuelvo a sentar derecha.

—¿Qué tal las notas? —le pregunto.

—Bueno, digamos que se las han enviado por correo a mis padres para que no pueda hacer mi magia —dice y se encoge los hombros.

—Muchas veces me pregunto cómo es que no estáis todos en un reformatorio ya —susurro.

—Eh, no te hagas la santa, te recuerdo que tú ayudaste en la última fechoría.

Ah, sí, el laxante. Fue una semana muy provechosa para estudiar mientras los profesores caían uno por uno. Al parecer el laxante que se encontraron los profesores en su comido estaba en mal estado o algo así y todos terminaron con infecciones. Tuvimos demasiada suerte, todos los profesores habían salido a cenar la noche antes y al parecer cargaron de culpas al restaurante.

—Lo mío son pecados menores —susurro.

—Sin virginidad y aún no te has casado. Arderás en el infierno, amiga mía —dice con burla.

La miro con la ceja levantada y comienza a reírse. Su risa resuena por toda la habitación, se nota que tenía ganas de reírse. Lo malo es que sea a mi costa. Suspiro sin decir palabra y espero a que sus carcajadas cesen.

—¿Tienes ganas de volver a casa? —le pregunto.

—Ninguna, pero tendré que ir a ver a lo que suelo llamar padres, ¿no? —Nos miramos—. Llegaré a casa y tal vez no haya nadie, me sentaré a ver la tele y cuando quieran aparecer será más que la hora de cenar. Pondré la mesa, calentaremos la pizza y nos sentaremos a hablar de mis deplorables notas y mis planes para cuando termine el instituto. ¿Trabajar en el bar de mi tío? Seguramente.

Bandas.Where stories live. Discover now