Capítulo XI.

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La habitación me repugna nada más entrar. Natalia está sentada en su cama mientras se lima la uñas y me sonríe en cuanto cierro la puerta. La ventana está abierta por lo que puedo escuchar el bullicio de la calle. En cuanto tengo la cama cerca me tiro sobre ella y dejo que mis músculos se relajen.

  —¿Qué tal la escapada? —pregunta con amabilidad.

La miro durante unos segundos y suspiro. Ella es como mi confidente aquí, y a un confidente se le pueden contar cosas, muchas cosas. Necesito una opinión externa y que conozca a Aleix.

  —Desembucha, sé que quieres contarme algo —adivina de nuevo sin ni siquiera mirarme.

  —¿Me prometes que no se lo contarás a nadie? —digo y me siento en la cama de un salto.

  —¿Ni siquiera al grupo?

  —Ni siquiera al grupo.

Natalia me mira y entrecierra los ojos. Como si acabara de utilizar sus poderes divinos abre mucho los ojos y se ríe.

  —¿Aleix te ha besado? —dice incrédula.

Abro la boca sorprendida, es imposible que lo haya adivinado. A no ser que ella también se escabullese y nos viera en ese callejón. Aun siento el cosquilleo que dejó su mano en mi majilla. Creo que estoy paranoica.

  —¿Pero cómo lo haces? —me quejo.

Natalia deja su lima de uñas y echa su pelo hacia atrás con estilo. Observo con la delicadeza que se mueve hasta que me sonríe de forma retorcida.

  —Estos últimos días habéis pasado mucho tiempo juntos, has dicho que lo que me tienes que decir no se lo puedo contar al grupo al que él también pertenece y tienes los labios como si te los hubieras pintado de rojo puta.

  —¿Y lo has deducido por eso? —pregunto con un tono más agudo de lo normal. Es Sherlock Holmes en tía.

  —Sí —me sonríe.

  —Joder. —La observo durante unos segundos—. ¿Qué piensas que debo hacer?

  —¿Qué debes hacer con qué?

Ruedo los ojos. Se le da bien deducir pero para otras cosas. Siento demasiado calor por lo que me levanto y me quito la chaqueta dejándola en la silla del escritorio. Vuelvo a sentarme y me quito los zapatos.

  —Del beso, de él y yo.

  —Lina, no pasa nada. Es muy bonito… —dice con una sonrisa embobada.

  —¡Tiene novia! —le interrumpo antes de que pueda seguir.

Natalia me sonríe con suficiencia y se vuelve a mirar las uñas. Sé que está exagerando el gesto solo por hacerse la interesante.

  —Sabes al igual que nosotros que eso ya no es una pareja —canturrea.

  —Da igual pero sigue con ella. No me gusta que engañen a la gente conmigo.

  —Ya resolveremos esto. Ahora, ¿me puedes explicar cómo fue?

Comencé desde cuando la policía nos abordó al lado de la valla. Las palabras fluyen tranquilamente por mi boca pero cuando llegué a la parte del callejón toda paz se esfuma. No puedo mantenerle la mirada a Natalia que me escucha atentamente. Y cuando recuerdo el beso, ese puñetero beso lento sonrío.

  —Oh, no —se ríe Natalia.

  —No lo digas —susurro.

  —Te gusta —dice ignorando mi súplica y salta de su cama hasta la mía.

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