Capítulo XXXVII.

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La mejor interrupción de mi vida, he de decir.

Sé que no debería hacerlo pero me tomo unos segundos para comparar. La pedida de Jorge fue mucho más pastelosa aunque en aquel momento no me disgustó y sigue sin hacerlo. Me había llamado con urgencia para que fuera a su casa, y así lo hice. Cuando llegué a la puerta mi corazón latía demasiado rápido y mis pulmones pedías más y más oxígeno. Llamé al timbre y esperé a que alguien me abriera. Fue la madre de Jorge quien lo hizo. Me sonrió y me dijo donde se encontraba su hijo. Subí las escaleras lentamente, ya había corrido demasiado y por la sonrisa de su madre no creía que le hubiese pasado nada malo. Toqué a la puerta y al no recibir respuesta la abrí.

Globos de colores, un bien vestido Jorge y un mensaje en el suelo. "¿Quieres ser mi novia?". Sonreí y grité todo lo que pude aunque Jorge me pidió con una sonrisa educada que parase y que contestase. Claramente le dije que sí y salté a sus brazos para besarle.

Ahora, con esa caja en el regazo, la oscuridad y las estrellas la cara de Aleix espera impaciente mi respuesta. Nada de rosa, nada de globos, mensajes directos y bonitos... En resumen, todo Aleix. Sonrío como una boba y asiento frenéticamente.

—Sí, sí y sí —grito como una colegiala.

Aleix se ríe y me besa antes de que pueda ponerme más en ridículo con mis chillidos y mis manos temblorosas. Por un momento me olvido de la caja, del merendero y de la ausencia del tiempo. Los labios de Aleix atrapan los míos con delicadeza mientras sus manos me sostienen bien, como si tuviera cualquier oportunidad de escabullirme de él.

—Ya puedes —susurra cuando se aleja.

Miro la caja y me pellizco disimuladamente la mano para asegurarme de que no estoy en mi cama de Zamora rodeada de fantasía y pañuelos. Cuando vuelvo a abrir los ojos la caja sigue allí, Aleix está parado delante de mí y yo ya puedo abrir la caja.

—Oh, joder —susurro al ver lo que hay dentro de ella.

—¿Te gusta? No sabía que regalarte porque tampoco sabía cuando íbamos a hablar de esto. —Es jodidamente mono cuando está nervioso.

—Me encanta, es... es perfecto.

Saco la Polaroid de la caja y le doy vueltas en mis manos, fascinada por lo que tengo delante. Aura y yo siempre habíamos planeados comprarnos alguna de éstas para poder hacer el tonto y sacarnos fotos que colgaríamos en la pared con pies de foto absurdos. Dejo todo a un lado y le abrazo agradeciéndole el regalo.

—No hacía falta —le digo cuando nos miramos—. Hubiera aceptado sin soborno.

—Ya lo sé, solo quería que lo tuvieses... —susurra pero vuelvo a interrumpirle.

—Oh, no —digo y me aparto de él—. Ahora es cuando dices que tiene un valor sentimental. No, no puedo aceptar ese regalo si es así.

—¿Por qué no? —Su rostro ha cambiado, ahora está confuso.

—Porque no llevamos el suficiente tiempo, y si lo llevásemos, no me encontraría cómoda. Es algo tuyo, Aleix. ¿Y si lo pierdo? ¿O lo rompo? No me lo perdonaría.

—Menos mal, porque no es mío —dice sin darle importancia, algo que me perturba más—. Esa cámara era de Aitor.

Niego con la cabeza y aunque intento separarme del regalo Aleix me agarra y me vuelve a sentar en mi sitio. No lo quiero, no quiero ser dueña de esa cámara.

—No, Aleix. Y menos... y menos si perteneció a tu hermano.

—Quédatela, por favor —me suplica en voz baja—. Méndez, mi padre lleva buscando esa cámara desde que él murió, quiere deshacerse de ella porque dice que no quiere nada que le recuerde a él. No quiero que desaparezca y eres en la persona que más confío fuera de aquella casa.

Bandas.Where stories live. Discover now