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Sus ojos se abrieron con lentitud a medida que la pegajosa telaraña del sueño abandonaba su mente. Su cuerpo se sentía ligero sobre el suave colchón, los mullidos cobertores alejando el frío nocturno de su piel mientras que un tenue olor a humedad colmaba su olfato.
Talló sus ojos con pereza, soltando a la vez un gruñido gutural mientras que la lucidez ya comenzaba a regresar a su mente, sus manos se sentían tan frías como la nieve invernal, algo tan común para él como el simple hecho de respirar.

Sus largos dedos recorrieron el elegante bordado de los dobleces que presentaban las sábanas, el tejido suave y delgado se sentía tan delicado que le asustaba romperlo con cualquier mínimo movimiento. Estiró su brazo hacia su costado, tanteando el colchón con las yemas de los dedos, esperando tocar esa cálida presencia que siempre dormía en el lado derecho de la cama, de frente a la ventana cuyo cristal aún reflejaba la luz de la luna menguante. Su mano rebuscó entre las capas de cobertores y sábanas, el colchón se sentía frío y rígido, los resortes apenas hacían ruido ante el ligero movimiento, como si nadie hubiera estado allí.
Se levantó apenas se dió cuenta de la ausencia de aquella persona en la cama, apartando de un tirón las sabanas y cobertores, los cuales se encontraron cayendo al suelo helado con lentitud, dejando el gran colchón expuesto al frío hibernal que ni el fuego de la chimenea de la planta baja podía combatir. Una ligera brisa helada le sorprendió al chocar contra su piel desnuda, la puerta se encontraba entreabierta para poder dejar paso al aire congelado y cargado de olor a humedad, una sensación familiar a la vez que placentera que evocó a su mente imágenes de su hogar, pero que, en aquél contexto, le resultaba ciertamente extraño experimentar.

Alcanzó el reloj de muñeca que reposaba en la mesa de noche, las tiras de cuero oscuro se sentían rígidas entre sus dedos, la hebilla hizo un sonido quedo al chocar ambas piezas de metal momentáneamente, mientras que sus ojos, aún siendo presas de la pesadez y el sopor intenso, intentaban fijarse en la hora apuntada por las diminutas manecillas, resultando en una tarea imposible frente a las penumbras que bañaban la estancia fuera de la tenue luz de la luna que entraba vagamente por la ventana.

Se levantó de aquél colchón, los resortes debajo hicieron un pequeño ruido ante el movimiento repentino. Caminó arrastrando sus pies hasta que pudo tocar el borde del respaldo de la silla, donde sus prendas reposaban bien dobladas junto con sus botas de invierno.
Se calzó los pantalones y abotonó la camisa blanca antes de ponerse encima un polar negro hecho de lana, sus pies agradecieron el calor que les brindaron las botas frente al helado suelo de madera, reconfortados por la familiar sensación del cálido cuero.

Salió de la habitación apresuradamente, asegurándose de no hacer ruido con la suela de sus botas sobre las tablas oscuras del suelo, dirigiéndose a la puerta cerrada al final del pasillo. Se paró bajo el marco decorado con dibujos infantiles hechos con lápices o pinturas, la mayoría simples líneas conectadas unas con otras mediante figuras abstractas y temblorosas, representando el pulso de una manito pequeña e infantil sosteniendo un lápiz o el pincel. Sus dedos se cerraron en torno al pomo de la puerta, girándolo suave y silenciosamente, lo suficiente como para poder empujar la puerta con su hombro para meter la cabeza entre el marco y ésta misma.
Tres pequeños cuerpecitos descansaban plácidamente en sus camas, cubiertos adecuadamente con mantas y suaves cueros de lana de oveja para protegerlos del frío. Sus pequeños resoplidos y ronquidos seguidos del movimiento acompasado bajo las capas de sábanas y mantas, llenando el ambiente de una envidiable y cálida tranquilidad, fueron suficientes para arrancarle un suave suspiro al adulto, quién volvió a cerrar la puerta cuidadosamente con un último "clic" del pestillo. Su frente chocó apenas contra la madera, sus enmarañados pensamientos, aún vagos por la temprana somnolencia que seguía aferrada a su ser, intentaban ordenarse para presentarle un panorama general de la situación; primero buscaría en la planta alta, incluído el alfeizar de la ventana -cubierto apenas por el vaporoso movimientos de las blancas cortinas- y luego descendería a la planta baja.

°Fuerte° (C.H. Argentina)Onde histórias criam vida. Descubra agora