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_Eu não posso conceber que eles deixem seus convidados irem pelo deserto para encontrar um acampamento. [No puedo concebir que dejen a sus invitados ir por el desierto a buscar un campamento.]_gruño, sobre el lomo de su caballo, mientras divisaba más adelante el campamento donde se llevaría a cabo la "reunión".

Estaba molesto. No. Mucho más que molesto; furioso. Hace 7 días había recibido una carta que solicitaba una reunión en territorio de la Confederación Argentina. Supuestamente, para que los países por fin pudieran conocerse. Dudo, mucho, pero finalmente envío su respuesta positiva al tercer día de haber recibido la extraña invitación.

_ Eles deveriam ser aqueles que me convidaram para uma reunião [Se suponía que ellos fueron los que me invitaron a una reunión]_ siguió protestando el Imperio de Brasil, mientras seguía al hombre argentino que los guiaba. Su escolta de 15 hombres a caballo iba detrás de él, luciendo sus armas, listos para cualquier cosa.

El campamento argentino se hacía cada vez más visible, y el país más alto pudo ver soldados apostados en la entrada y cada tantos metros. Detrás de los muros de madera que se habían levantado, se escuchaban voces, golpes, sonidos del metal contra metal, relinchar de caballos.

Más allá de su enojo, se sentía ansioso por conocer por fin al país vecino.
Había escuchado bastante él; como se había independizado de España, de cómo liberó a dos de sus países compañeros de la esclavitud, de cómo había crecido cada vez más y más, de cómo no agachaba la cabeza frente a cualquier fuerza invasora. Le contaron de su fuerza, destreza e inteligencia. Pero jamás le contaron como era.

Esperaba encontrarse con un hombre correcto, fuerte. Tal vez un buen aliado o digno oponente. Eso lo depararía el incierto futuro.

_Hemos llegado, señor_ anunció su guía.

Imperio de Brasil bajo de su caballo, sintiendo las miradas de todos los uniformados argentinos del campamento, quienes, rápidamente hicieron dos filas, dejando una especie de pasillo en el medio, que guiaba hasta una gran tienda de campaña. El más alto paso entre los hombres vestidos de azul, mirando al frente con confianza. Dos de sus propios soldados lo seguían de cerca, con las manos en las empuñaduras de sus armas.

Apartó con una mano enguantada las gruesas cortinas que tapaban la entrada.
Había un escritorio en el centro de la "estancia", dos sillas en cada extremo, el suelo cubierto de pieles mullidas, como una alfombra gigante, y la luz del mediodía se filtraba por unos recuadros de tela fina en el el "techo" de la tienda. Al otro lado, de espaldas de el, había una figura. No muy alta, no muy baja.

_Buenos días_hablo el idioma común, haciendo una seña a sus soldados_ Y bien, aquí estoy_ dijo, descortés, pues su mal humor aún no se disipaba.

Aquella figura, vestida con un uniforme azul oscuro, lleno de finos detalles dorados y rojos, y una especie de gorro del mismo color, se giró hacia el.

_Bienvenido, Imperio de Brasil, a mi territorio_hablo esa voz femenina.

Se quedó casi paralizado, analizando los rasgos de aquella persona.

La femenina retiro el gorro de su cabeza, dejando caer una cabellera oscura. Su emblema era azul oscuro, un sol adornaba el centro de su cara, y en cuatro puntos extremos pudo apreciar un extraño símbolo rojo.

_Por favor, tomé asiento_ señaló la silla frente a él.

El de verde se sentó, esperando a que su anfitriona también lo hiciera, pero ella permaneció inmóvil en su lugar.

_Es bueno por fin conocer a mi vecino._sonrio de forma radiante y se acercó a la mesa. El más alto pudo ver mejor sus rasgos.

Le recorrió un escalofrío al notar el color de sus ojos; un rojo intenso, tanto como la misma sangre.

Sentía que el corazón le iba con más fuerza.

_¿Eres Confederación Argentina?_pregunto, su vos sono rara.

_Lo soy_tomo asiento frente a el_ Qué bueno al fin poder coincidir en persona_












6 meses.

_Eh. Esta es la segunda vez que me visitas este mes. ¿Qué pasa?_dijo cuando lo vio descender de su caruaje_

_Hola a ti también, Fede_hablo el más alto, acercándose a la mujer.

_Hola_ le dio un apretón de manos, y se puso a su lado_ Ahora me gustaría saber el porqué de tu inesperada visita, Bra_

_¿Ahora no puedo venir solo porque quiero?_ fingió estar ofendido.

_No_ dijo, con una sonrisa ladina_Ahora habla_

_No me des órdenes_ reclamo el más alto, intentando parecer amenazante, pero no le funcionó. Hace meses había aprendido que no podía intimidar a Confederación, y eso le gustaba.














9 meses.

Caminaban tranquilamente por el patio de la casa de Confederación Argentina.

_¿Cómo estuvo el viaje?_

_Tranquilo. Aunque bastante lento para mi gusto_

_Se que por las últimas lluvias los caminos han estado un poco estropeados. Perdón por eso_

_No es tu culpa_ tomaron asiento en un banquito del patio, que estaba bajo un árbol y justo frente a las rosas rojas que Fede cuidaba con tanto cariño. Un cómodo silencio se acento entre los dos países.

Imperio de Brasil observó disimuladamente a la mujer. Ella mantenía los ojos cerrados y tenía la cabeza un poco hacia atrás, sintiendo la brisa que traía el olor de las rosas hacia ella.

Con cautela, el de verde se sacó el guante blanco y acercó su mano a la de la contraria. La última vez que había intentado un acercamiento de ese tipo con ella, lo había apartado de un empujón y se mantuvo a cierta distancia de el por el resto del día. Entendía que no le gustara mucho el contacto, pero le había extrañado ese comportamiento tan a la defensiva.

Tocó con sus dedos el dorso de la mano azul, haciendo que Confederación se sobresaltara y la apartara un poco. Le dirigió una mirada llena de intensidad. Parecía debatirse internamente.

_Lo siento_ murmuró el más alto.

_No... No pasa nada_ para sorpresa del de corona, ella inclinó la cabeza hacia un costado, observando su mano.

Casi se queda sin aire cuando ella deslizó sus fríos dedos entre los suyos y los entrelazó, compartiendo la calidez. Observaba aquello como si fuera algo nuevo; con interés y duda. Pero no se volvió a apartar.

Imperio de Brasil sonrió levemente, conformándose con ese pequeño contacto más íntimo, el primero que compartían después de los meses que había pasado desde su primera charla.











11 meses.

_Bienvenido de nuevo, Bra_ la de uniforme se acercó al recién llegado, que bajaba de su carruaje. Beso ambas mejillas de este, como cuando solía saludar a alguien cercano.

_Es bueno volver a verte, Fede_ el de verde asintió, aún sin acostumbrarse del todo a las cada vez más calidad bienvenidas.

Ambos se alejaron caminando por el jardín, lejos de las miradas curiosas, y se adentraron en la casa.

°Fuerte° (C.H. Argentina)Onde histórias criam vida. Descubra agora