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_Eres un idiota_ gruñó el alemán, intentando desinfectar el corte que el mas alto tenía a la ceja. Un hilillo de sangre ya seca caía hasta derramarse sobre su ojo, que mantenía cerrado_ Cientos de veces te he dicho que no caigas ante sus provocaciones_ volvió a reprenderlo, aunque sabía que era inútil. 

_No me importa. Lo único que sé es que el puto pirata terminó mucho peor_ el albiceleste apartó su cara cuando vió que el más bajo acercaba un algodón con alcohol desinfectante. Resopló, arrugando la nariz. 

_Deja de ser un estúpido y déjame limpiar eso_ pidió ya en su hartazgo el tricolor. A veces le parecía realmente frustrante que el argentino fuera tan terco e impulsivo, cualidades que se potenciaban cuando se encontraba enojado o lastimado. Se ponía a la defensiva, como un animal herido a la espera de un ataque. 

_Yo puedo hacerlo solo_ se defendió el mayor, frunciendo el ceño. 

_Ya basta, Argentina_ dijo tras un suspiro de cansancio. No entendía el por qué no desistía a sus intentos de domar al cerril país latino.

Argentina bufó, molesto, pero acercó su cara para que el contrario pudiera posar el algodón sobre su pequeño corte. 

Alemania asintió, satisfecho, sin cambiar su expresión seria. Mientras limpiaba la sangre que caía sobre el ojo del albiceleste, pensó en como habían llegado a aquella situación. 

_Espero que ONU esta vez se de cuenta de que fue culpa de Reino Unido_ comentó. Argentina cerró ambos ojos y suspiró.

_No creo. O me va a culpar a mi "por golpearlo primero" o nos va a culpar a los dos. No me voy a librar de ninguna manera_ gruñó, haciendo una mueca_ Que puto, hay que ser rata para pegarme un bastonazo en la cara_ 

_Agradece que no te dió en el ojo, podrías haber recibido mucho más daño_ con su dedo índice, le quitó lentamente unos mechones de cabello de la cara. 

_Supongo…_ soltó una pequeña risa.

El más alto parecía menos enojado, y su expresión era más bonacible que hace un rato, cuando ambos habían entrado a aquella oficina para tratar ese corte. 

Alemania simplemente se lo quedó mirando. El rastro de sangre reseca ya había sido limpiado con cuidado, y la expresión cada vez más sosegada del argentino lo hizo sentirse tranquilo, más a gusto. Sentía como su preocupación iba drenandose poco a poco, a medida que su cuerpo se relajaba visiblemente.

Se tomó el tiempo de observarlo detenidamente, casi por demasiado tiempo, en silencio. 

Hacía mucho tiempo que intentaba, casi inconsientemente, buscar formas indirectas de acercarse a aquel hombre. Jamás creyó intentar hacer algo así por alguien más, sentir que quería que alguna persona en particular lo notara, lo viera, le sonriera. Jamás creyó que algún día dejaría su orgullo de lado para comenzar a ir detrás de alguien de una forma tan patética... sin embargo allí estaba, observando cada uno de sus rasgos con fascinación. Su cabello, su nariz fina, sus ojos bicolores cerrados, aquel leve tono rosado que le recorría los pómulos, sus labios… todo llamaba su atención. Era como si ya los hubiera visto antes, como si la necesidad que sentía de verlo, hablarle y tocarle fuera más lejana de lo que él creía, una sensación cálida y misteriosa implantada en su pecho.  

Retiró aquella bolita de algodón con cuidado, en silencio, y la dejó a un lado. Ambos estaban sentados sobre un pequeño sofá para una persona, Alemania sobre el apoyabrazos para poder estar a una altura cómoda para tratar el corte del argentino. Alargó un mano, dudoso, pero no pudo detenerse hasta posar sus fríos y delgados dedos sobre uno de los mechones de cabello del contrario, quién abrió lentamente los ojos y los posó en la cara del tricolor. 

°Fuerte° (C.H. Argentina)Where stories live. Discover now