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1861

Su madre nunca había mostrado interes en pasar mucho tiempo con el.

Pocas veces habían sido aquellas en las que tenían tiempo para estar juntos, y, cuando la oportunidad se daba, se dedicaban a hablar de asuntos de poca relevancia, o simplemente caminaban por la costa. No sabían que decirse el uno al otro.

Ella muchas veces se veía preocupada, como si su mente se encontrará en un lugar lejano, lejos de allí.

El pequeño la había visto feliz pocas veces, en las que esa sonrisa radiante y extraña iluminaba su día. Pero, claro, eso fue antes de que todo iniciara.

Sus hermanos mayores solían cuidarlo, principalmente Santa Fé, mientras que Confederación Argentina se iba por días, semanas, sin siquiera una despedida, un guiño, una carta.

Partía con el sol de frente, y volvía con este a su espalda, cuando el cielo se volvía de un intenso rojo sangre, como el símbolo que adornaba su rostro. Cómo las manchas que adornaba su uniforme.



Aquél día, el niño encontró una rosa sobre su cama. No dormía allí. Nunca lo hacía. Solía dormir en distintos lugares de la casa. Más de una vez se encontró despertándose en los establos, donde guardaban sus preciados caballos.

Pero siempre solo.

A sus cortos 10 años había entendido muchas cosas, visto tantas otras, y en su cabeza se había asentado la idea, la realidad.

Su madre no podía estar con el. Rehuía la responsabilidad de estar con su hijo.
No lo quería.

Eso es lo que los años le habían enseñado.

_¿Me quieres?_ había preguntado alguna vez.

No hubo respuesta.

Pero eso ya lo dejaba pasar, mientras menos lo recordara, menos le molestaría aquel sabor amargo. Tenía más cosas en las que pensar.

Había nacido de la libertad misma. El ruido de las cadenas rotas fue su llanto. El cielo su rostro. El sol sus ojos.

Había nacido como alguien libre. Símbolo del orgullo y la fuerza de un pueblo que se alzaba, que peleaba por la independencia.

Estaba orgulloso.

Pero aquellos pétalos rojos solo le recordaron una espina que se mantenía incrustada en su corazón. Debajo de la rosa había una carta, sellada con cera de abeja marcada con un fino sello.

"Mi pequeño sol. Mi Plata.

Bien sabemos ambos que no es propio de mi ninguna despedida. Ni escrita, ni hablada. Pero he sentido la necesidad de plasmar mis pensamientos al papel, y dartelos por primera vez en 10 años.

Recuerdo bien el día que apareciste. Estabas envuelto en un delicado paño con mis colores y los de tu padre, en el día más radiante y cálido que he visto.
Al fin era libre, y llegaste. No sé cómo. No sé porqué. Pero supe que eras mi hijo. Tenías un sol radiante entre los ojos, pero los colores de la sangre no adornaban tus rasgos, y supe que eso eras.

La libertad.

Eso eres. Nuestra libertad. Nuestra esperanza. Nuestro símbolo.

No espero que perdones u olvides estos años. Jamás te lo pediría, porque estaría siendo egoísta. Pero te pido que entiendas algo; tu y yo somos uno. Eres mi bello hijo. Mi sol radiante en las noches. Me siento orgullosa de lo fuerte que eres, aún tan pequeño. Eres la razón por la que vuelvo con el sol a la espalda, por la que parto al amanecer.

Espero sepas ver a dónde quiero llegar con esto. Lo que quiero expresar.

Mi pequeño y brillante sol.

Se grande. Se fuerte e independiente.

Se libre.

Confederación Argentina"









Un delgado cuerpo infantil corría a través de la alta hierba verde. Sus descalzos pies sufrían el azote de las piedrecillas. Pero poco importaba.

Las lágrimas caían por sus mejillas mientras subía la colina con sus fatigadas piernas. El camino desde su casa hasta allí era largo, y más para un niño.

No sé había cruzado con nadie, pues ese lugar era poco conocido, mucho menos concurrido. Lo había nombrado como "su lugar especial", donde podía estar solo, disfrutando del silencio y la paz que le naturaleza le brindaba. Lejos de los regaños de sus hermanos y la servidumbre.

Se sentía seguro.

Pero ahora iba hacia el encuentro que tanto anhelaba, pero a la vez temía con cada fibra de su cuerpo. Su madre había pedido que se reunieran allí, bajo el sol del mediodía.

Pudo distinguir una figura alta ahí. Parecía esperar al pequeño que subía con esfuerzo la empinada tierra.

Sus ojos, de un refulgente color rojo, se clavaron en su hijo cuando llego a su lado, y el menor agachó la cabeza, agotado.

La más alta llevaba una ropa simple y cómoda, algo poco usual, pues siempre llevaba puesto su hermoso uniforme azul y dorado, y su afilada espada en su cintura.

_Mi pequeño sol..._dijo con delicadeza_he de irme otra vez_

_¿Qué pasará conmigo?_

_Los sirvientes te cuidarán hasta que regresemos_

_¿Lo harán?

_Si_su expresión determinada.

_¿Y luego?_

_..._

_¿Solo eso me queríais decir, madre?¿Qué simplemente os iriais otra vez?_

Confederación Argentina enmudeció, presa de la incertidumbre y del asombro ante el brusco tono del menor. Pudo distinguir un destello en esos ojos del color del sol y del pasto. Pudo ver, por primera vez, todos los sentimientos del niño estallar.

_No lo haga_suplico_ No finjais frente a los demás que os desentiendeis de mi. Deje de... no_elevó la cabeza de golpe_ ¡Deja de hacerme creer que no me quieres! ¿¡Me escuchaste!? ¡Deja de dejarme solo una y otra y otra vez!_su grito sonaba incluso más fuerte que el viento que corría sobre su cabeza_ ¡Dame solo una razón para perdonarte y lo haré!_

_Me necesitan._

_¡Yo te necesito!_sus gritos desgarraban su garganta, sus lágrimas se juntaban en la comisura de sus labios_¿¡Nunca se te ocurrió!?_

La mayor lo miro desde arriba. Hacía mucho no sentía ese molesto escozor en sus ojos, aquel que precedía a las lágrimas. Pero el ver a su hijo, al niño al que se había negado a querer por temor al dolor de la partida, tan pequeño, pero tan fuerte, parado frente a ella...

La llenó de orgullo.

_Te amo, mi pequeño sol_dijo, pasando su mano por el cabello de su hijo._ Quiero quedarme aquí, contigo, cantarte, contarte historias, arroparte, abrazarte... Pero hago todo esto para ti. Para darte un futuro brillante, mi hermoso hijo. Para construir cimientos lo suficientemente fuertes, para heredartelos, para darte seguridad._ río con amargura_ Supongo que me cegue con el futuro, tanto que no pude ver este presente_ plantó un beso en la frente del albiceleste, un beso lleno de amor, más poderoso que todas las palabras del mundo._ Estoy orgullosa de ti, mi hermoso Plata_

República Argentina tomo una bocana de aire, abrumado. Lloraba a mares. Las razones de su madre, todas, para luchar día a día con todas sus fuerzas, le impactaron como el golpe de una fuerte ola.

El nudo de furia y angustia se disolvió en su interior, un sentimiento nuevo se hizo lugar en su corazón; Paz.

Sonrió, antes de abrazar a su madre con fuerza.

_Yo también te amo, mamá._ murmuró_ Quédate conmigo, por favor..._

_Siempre_




°Fuerte° (C.H. Argentina)Where stories live. Discover now