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Aquel hombre veía, en silencio, a los niños jugar sobre la peluda alfombra marrón claro. Un cálido fuego ardía en la chimenea frente a ellos, separado por una malla de hierro. 

Los pequeños jugaban tranquilamente con unos bloques de madera a construir cosas a su alrededor. De vez en cuando se frustraban cuando la estructura no quedaba como querían o esta se derrumbaba, y en esos momentos el mayor se encargaba de darles ánimos de continuar jugando. 

_¿Señor?_pregunto uno de los niños, alzando la mirada de la pequeña torre de bloques. 

_¿Qué?_gruño por lo bajo, mirando de lado al infante. Cerró el libro que tenía en sus manos y lo dejó a un lado. 

_¿Dónde está mi papá?_preguntó. Su hermano que estaba jugando con el detuvio su actividad para girarse hacia el mayor, también curioso de saber dónde se encontraba su padre. 

_No lo sé con exactitud, pero estoy seguro de que no tardará en llegar_respondio simplemente, encogiéndose de hombros. Los niños parecieron satisfechos con su respuesta y volvieron a lo suyo, dejando que el mayor se perdiera en sus pensamientos.

Era extraño que Argentina se fuera por tanto tiempo, y más durante una de sus "visitas", cada vez menos frecuentes. Había salido aquella mañana, muy temprano, y llevaba consigo una carpeta de documentos que había estado preparando la noche anterior hasta altas horas de la madrugada, en las que Third Reich le había hecho compañía, de vez en cuando leyendo lo que escribía el argentino y hablando trivialidades. Cerca de las cuatro de la mañana se había ido a dormir, dejando al albiceleste sumergido en su trabajo. 

En un momento, la torrecita que uno de los niños mayores estaba construyendo cayó sin querer sobre la cabeza del pequeño Alemania, quién en seguía soltó un quejido y comenzó a llorar. 

Third se levantó de aquel sofá y se acercó a su hijo para cargarlo en brazos y sentarse sobre la mullida alfombra. Reviso si cabeza con expresión neutra, buscando algún moretón o signo de que el golpe le había hecho algún daño. Al asegurarse de que lo fue así puso la mano sobre la cabeza del niño. 

_Ya ya, fue un golpe pequeño. No hace falta que llores_gruño, jugueteando con el corto cabello del infante, quién lo miro con aquellos grandes ojos oscuros y llorosos_ No fue nada, ¿Ves? Ya estás mejor_

El pequeño soltó una pequeña risa y extendió sus brazos hacia su padre, quién tomo una de sus manos entre sus largos y finos dedos, dándole un leve apretón antes de volver a dejarlo sobre la alfombra. A los pocos segundos ya estaba jugando de nuevo con aquellos bloquecitos. 

El alemán estiró las piernas sobre la alfombra, mirando al fuego. Por alguna razón, aquello le transmitía cierta tranquilidad, lo ayudaba a perderse en el tiempo y entre sus pensamientos. 

No sé dió cuenta de cuántos minutos habían pasado hasta que se escucho el sonido de la llave en la puerta, y esta se abrió con brusquedad. Third Reich se giró hacia el origen del escándalo.

Argentina estaba allí, en el umbral, con cara de pocos amigos mientras intentaba cerrar, de una forma brusca, casi violenta, su paraguas. Cuando lo logro, lo dejó a un lado de la puerta y cerró con un portazo que hizo sobresaltar a los niños. Third se acercó al oido del hijo mayor del albiceleste.

_Vayan arriba. Ahora_gruño, sin despegar la vista del argentino, que avanzaba a grandes y pesadas zancadas hasta la cocina, sin detenerse a saludar, ni siquiera a mirarlos, como era de costumbre. 

Los niños tomaron los bloques entre sus brazos y corrieron escaleras arriba. Alemania se aferraba al brazo de uno de ellos para mantener el equilibrio al caminar. 

°Fuerte° (C.H. Argentina)Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ