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Aquellos gritos resonaban contra las paredes de piedra. Gritos desgarradores, llenos de sufrimiento y odio. 

Gritaba mientras sentía aquel cuchillo deslizarse por su piel, abriendo una herida. La sangre no tardó en salir, manchando su espalda y mezclándose con la de las otras heridas. Un terrible dolor le recorría el cuerpo, ya tembloroso y cansado por la paliza antes recibida. 

Intentó incorporarse, pero sus piernas no le respondieron. Simplemente se doblaron bajo su peso y lo hicieron derrumbarse nuevamente contra el suelo manchado de sangre.

_No importa cuánto grites o pelees, esto nunca se va a acabar_dijo el hombre tras de el. Esa voz ronca, tenebrosa, le causó escalofríos. 

Jadeaba, intentando mantenerse conciente frente a las oleadas de dolor y agotamiento que azotaban su mente y cuerpo. Su vista se nublaba de vez en cuando, y sentía un sabor metálico en la boca.

¿Cuándo acabaría aquello? ¿Cuándo lo dejaría en paz? 

Dictadura se paró frente a el, y lo obligó a levantar la mirada, empujando su barbilla con su dedo índice. Mostraba sus afilados dientes en una sonrisa, y una macabra expresión manchada de sangre.

Su sangre.

La sangre de su gente. 

_Hagamos esto más divertido_gruño con sadismo.

__________  ___________  __________

_¡NO!_Argentina despertó, agitado, cubierto de sudor. Las sombras cubrían toda la habitación, y no podía ver dónde se encontraba. 

Respiraba de forma agitada, aterrado. Se llevó una mano al pecho, intentando regular su respiración y los descontrolados latidos de su corazón. Temblaba de pies a cabeza, aún con los restos de aquella pesadilla dando vueltas en su mente. 

Pasó sus manos por su torso desnudo, sobre sus cicatrices e hizo una mueca. 

Las lágrimas no tardaron en arribar a sus ojos y caer por sus mejillas. Abrazó sus rodillas y lloró con desespero y dolor, aún recordando el fétido olor de la sangre y la sensación de el cuchillo abriéndose paso por su piel. 

_¡¿Argentina?!_entro Uruguay, seguido de Brasil. Cierto, ambos hermanos habían ido a visitar al de habla portuguesa ese día. 

_Uru..._susurro con desgarro el albiceleste, intentando frenar sus lágrimas, sin éxito. Escondió la cara entre sus manos y negó repetidas veces con la cábeza, sintiendo cómo las saladas gotas llegaban a la comisura de sus labios_Fue… otra pesadilla_extendio sus brazos hacia su hermano.

Al instante sintió los cálidos brazos de Uruguay rodeándolo, intentando aliviar su dolor y miedo. Pero Argentina seguía temblando, seguía temiendo que aquellos recuerdos volvieran a golpearlo. 

Brasil se sentó junto a ambos hermanos y rodeo al más alto con sus brazos, haciendo que se apoye contra su pecho. Estaba preocupado, pues hacía mucho tiempo que no lo veía tener una pesadilla. Se veía débil, pequeño, tan vulnerable y roto, que sintió un peso en su estómago. 

_El estaba...solo...quiero que se vaya_susurraba con desgarro el argentino, apretando los puños contra sus párpados, escondiendo su cabeza entre los brazos del contrario.

_Shh...no pasa nada. Estamos acá_le dijo Uruguay, apoyando su cabeza en su hombro, intentando reconfortarlo.

Poco a poco, su respiración se fue normalizando, y dejó de temblar. Las lágrimas cada vez eran menos y el agotamiento, tanto físico como mental, lo golpeó con fuerza, haciendo pesados sus párpados y lentos sus movimientos. 

Nadie dijo nada. No habían palabras que decir. Solo estaba allí, en silencio, cuidando a su amigo, intentando distraerlo del dolor y el miedo. 










_Creo que se durmió_susurro Uruguay, viendo como su hermano tenía los ojos cerrados y si respiración era más regular. 

_Si..._Brasil dejo al argentino sobre la cama nuevamente. Noto que su musculosa negra estaba empapada en las lágrimas que este había soltado, lo que hizo aumentar el nudo en su estómago.

_¿Te molesta si nos quedamos con el un rato?_volvio a susurrar el más bajo, mirando a su hermano con preocupación. 

_No hay problema_respondio el de verde. La cama era de dos plazas y media, por lo que podrían entrar allí los tres sin problema. 

Uruguay se acostó junto a su hermano, a cierta distancia para no molestarlo, y Brasil se acostó tras de el, rodeándolo con un brazo de forma protectora y lo acercó a su pecho, apoyando su cabeza en el hombro del menor. 

Poco a poco, el sueño los envolvió a ambos nuevamente, y no hubo más incidentes durante aquella noche.

Sin embargo, el miedo no abandonaba a Argentina, quién, aún en sueños, estaba aterrado de encontrarse con aquella sonrisa de afilados dientes, aquella expresión macabra y sádica, y aquellos recuerdos tan dolorosos.




















¿Me gusta hacer sufrir a mis personajes? Zy :D💕

°Fuerte° (C.H. Argentina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora