54

427 38 14
                                    

16/11/2022

12:00

—Es un partido amistoso, trata de no tomarlo tan a pecho, ¿Si?

La sonrisilla cómplice de Argentina tira de la comisura de sus labios, mientras que sus ojos se entrecierran como rendijas con un brillo malicioso en ellos. Sus manos terminan de acomodar su camiseta de la selección contra su cuerpo, sintiendo ya las ansias latiendo en sus venas, mientras que la sangre ruge en sus oídos a la espectativa de poder jugar un último partido amistoso antes del tan esperado Mundial de Fútbol.
Uruguay mira a su hermano mayor con reproche, dándole un manotazo en el brazo, para luego señalarlo con un dedo amenazador y observarlo con seriedad tras sus gafas de sol de gruesos cristales redondos y oscuros que apenas dejan de ver sus ojos; y que bueno que es así, pues se evita la incomodidad de que alguien vea su mirada enrojecida y ojerosa con párpados caídos por el más que entusiasta "festejo" que había hecho la noche anterior junto a sus hermanos y amigos luego de una salida a un bar.

—A-mis-to-so, ¿Ok? No queremos tener que volvernos a meter a la cancha de nuevo a agarrarte como la última vez.

—Exageran—replica el mayor, posando una mano sobre el acusador dedo de su hermano para darle una palmada seca y obligarlo a bajarlo—. Bueno, te prometo a vos y a los chicos que lo voy a tomar tranqui', es un calentamiento para el mundial.

—Bien, ahí. Yo voy a estar viendo cerquita del banco. Acordate, andá tranqui'.

Argentina hace un ademán vago con su mano, chasqueando la lengua en un gesto despectivo como respuesta mientras que su sonrisa se ablanda. Asiente como si fuese un niño terco al que tratan de convencer se hacer algo que no desea a cambio de un premio, pero aún así accede a la petición -o más bien amenaza- que viene de la mano -casi literalmente- de su hermano menor. Uruguay sorbe por su nariz y levanta el mentón con una expresión triunfal al pensar que ya ha logrado socabar ese instinto puro y profundo de absoluta competitividad que el mayor lleva en la sangre, y aunque su expresión maliciosa aún no le transmite toda la confianza del mundo, cree que una simple promesa es suficiente para mantener a Argentina en línea por este último partido antes del inicio de las fechas del Mundial 2022.
Uruguay finalmente toma su bolso deportivo y se lo cuelga al hombro, estirando su puño hacia su hermano para chocarlos antes de que sus pies lo guíen hacia la entrada de los vestuarios reservados exclusivamente para el argentino, sus amigos probablemente lo estén esperando para ver el inicio de ese partido amistoso que tiene pintas de ser tranquilo, quizás incluso hasta repetitivo. Mientras se dirige a la puerta, lanza una última mirada hacia Argentina por encima de su hombro.

—Mete uno o dos goles por ahí, por las "jajas", pero dejalo por ahí, no vayas a irte a la mierda, que te conozco.

—No te hagas problemas peque'—asegura Argentina, cruzando sus brazos musculosos en frente de su pecho, con una expresión por demás sobradora, aunque aún con un dejo de ambiciosa malicia que le hace sonreír a medias—. Voy tranqui', te prometo que me contengo.











14:00

—¿¡ARGENTINA QUÉ MIERDA TE DIJE!? ¡YA ESTÁ, ANIMAL!

Si, bueno, Argentina de cierta forma cumplió con lo dicho a su hermano. Cuando el primer gol llegó, hubo una emoción generalizada y el ritmo del partido aumentó junto con la adrenalina de los jugadores; al segundo gol, ya se pensaba que el asunto iba a quedar zanjado por el resto del partido, y que el resto no sería más que un constante intercambio de pases, faltas y una carrera contra el tiempo, pero... pues, Argentina no bajó el ritmo; el tercer gol llegó como una bala, machacando un poco las esperanzas de los rivales; el cuarto gol ya fue hasta doloroso de ver, incluso los espectadores ajenos lo sintieron como un peso en el pecho pero también un deleite visual al mismo tiempo, una joya que se hacía difícil de apreciar frente a una aplastante ventaja de una parte por sobre la otra; el quinto gol ya fue el último clavo en el ataúd, la última gotita en el vaso.
«Voy tranqui'» había dicho, y el muy tonto y drogado de Uruguay se creyó esa basofia de palabrería que había salido de la boca de su hermano.
Ahora mismo, con el tiempo finalizado, un marcador de 5-0 contundente, doloroso hasta lo más profundo del alma, Uruguay y Brasil tienen que llevarse a rastras a Argentina del campo; un muy alegre, enérgico y orgulloso argentino, sudoroso, con pedazos de césped hasta en los lugares más innombrables, una sonrisa de oreja a oreja en los labios y ojitos radiantes cuan cachorro consentido que acaba de conseguir un premio. A sus espaldas, dejan a un Emiratos Árabes Unidos en posición fetal en el suelo, murmurando palabras ininteligibles, con los ojos cerrados fuertemente y meciendose de un lado a otro como si acabase de vivir una pesadilla; sus botines sucios dejan ver el temblor de sus pies y casi parece incapaz de ponerse de pié cuando su equipo pretende levantarlo del césped. Pobre, al menos le queda el petróleo y el dinero para poder parchear la herida en su orgullo; hay que reconocerle el intento.

—¡Cinco goles, enfermo de mierda! ¡Te dije que no te lo tomaras tan a pecho, infeliz! ¡Ni que fuese una final!

Uruguay rueda sus ojos, hastiado. Pero lo que su hermano hace a continuación le provoca ganas de querer bajarle un dientes de un golpe, y luego quizás, y solo quizás, reír -para no llorar, o golpearlo mas-.
Argentina levanta su mano en la típica seña que acompaña la temida frase, con su dedo meñique y pulgar extendidos y los demás curvados hacia la palma de su mano. Uruguay lo observa horrorizado, mientras que Brasil resopla entre dientes; desde las gradas, mientras que Argentina pronuncia esa nefasta frase que todos se temían, México había observado el partido con palidez y los ojos bien abiertos, un rosario en mano, y ahora, su expresión permanece en el más puro vacío y ausencia de emociones que podría haber existido, tratando de planear su estrategia para cuando le toque a él estar en el campo. Uruguay casi rechina los dientes cuando Argentina, su querido, pero extremada y enfermizamente competitivo hermano, mientras que lo arrastran fuera de la cancha ya finalizado el juego para llevarlo a los vestidores como a un preso que debe ser aislado inmediatamente, pronuncia con un tono jovial, ignorando todo el rastro de destrucción y desolación que había dejado en el campo de juego de ese partido dícese amistoso, la más nefasta, temida, horrenda, e indecorosa frase posible en esta situación.

—Era de chill.






















*Procede a desaparecer de nuevo*...
Jodaaaaa, e de chill 🤙

°Fuerte° (C.H. Argentina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora