50 Días

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50 Días
P R Ó LO G O

Mi vida amorosa es un desastre, uno muy grande.Eso es un hecho.

Ya aclarado esto, podemos decir que existen dos tipos de personas: a los que les va bien en el amor, y a los que no, claramente yo pertenezco a la segunda.

Realmente odio admitir que mis amigas me han organizado un montón de citas a lo largo de mi corta vida. Todas, sin ningún éxito. Ya había perdido la cuenta, pero algunas de las citas más desastrosas había sido con Gerald Lawrence, un chico atlético que ni siquiera sabía mi nombre en nuestra primera salida, o con Jared, hacía malas bromas, además hurgarse la nariz todo el camino en el auto. Qué asco, ni si quiera recuerdo por qué acepté salir con él. Luego le siguió Frank, un tipo de lo más amable, simplemente no teníamos nada en común. Dorian, pero solo su nombre. Él nunca llegó.

El último chico con el que salí fue Brian. Alto, bien primado, cabello y ojos oscuros. Las chicas le perseguían bastante, y yo sabía que se la pasaba de fiesta en fiesta. Me invitó a salir en una de ellas. Al principió le rechacé, debido a su reputación, pero insistió tanto, entregándome cartas, o regalándome chocolates... finalmente acepté. Parecerá lindo, y lo fue; hasta que me dejó plantada en la primera cita. Se disculpó, me pidió otra oportunidad y se la di, pero, en la segunda cita descubrí que Brian Deustch era un completo imbécil. Lo único que hacía era hablar sobre sí mismo, diciendo lo guapo que era, además de hablarme de las chicas anteriores con las que había estado, luego de aquello básicamente se me insinuó. No toqué mi comida en toda la velada, y eso significaba que la estaba pasando terrible, por lo que no tardé en inventar una excusa e irme de allí. Mis amigas insistieron en ir a una última salida, Brian también lo hizo, me costó aceptar, sin embargo ya sabía lo que ocurriría el día de la tercera cita: me dejó plantada. De nuevo. Ni si quiera se molestó en darme una explicación, yo no pedí una de todas formas, porque mi interés ya estaba perdido.

Todas estas citas de pesadilla me hicieron llegar a la conclusión de que moriría sola. Era un hecho inevitable, y para una chica de diecisiete años, morir sola no sonaba bien. Aunque ya me estaba acostumbrando a la idea pues hay problemas en el mundo más serios que la soltería. Pero les diré que la presión social es terrible. Oh sí, todas mis amigas estaban en una relación amorosa. Sin embargo, guardo la esperanza de que el señor Darcy o cualquier hombre perfecto de mis libros viniera a conquistarme, o un príncipe azul aparecería frente a mi casa, me declarará su amor y viviremos felices para siempre.

Soñar no cuesta nada, supongo.

Pero resulta que mi príncipe azul sí que apareció, pero de la manera más loca e inesperada.

Así que, os contaré como estos cincuenta días, cambiaron mi vida. Para siempre.

Recuerdo que todo comenzó con unos simples helados, y dos adolescentes extremadamente frustrados.

Viernes 18 de mayo del 2018. 6:30 am.

— ¡Meg, despierta! —gritó mi hermana menor, provocando que me cayera de la cama.

Auch.

— ¡Lily! — gruñí, mientras me sentaba, y me sobaba la mejilla. — ¿Estás loca? ¡No vuelvas a hacer eso!

Ella parecía a punto de echarse a reír. Rodé los ojos ante su reacción.

—Anda, tienes que vestirte, llegaremos tarde. — dijo, antes de salir de mi habitación agitando su cabello rubio.

—Sí, claro — respondí con sarcasmo. Luego miré la hora en el reloj digital que se encontraba en mi mesita de noche. Faltaban treinta para las siete.

50 DíasWhere stories live. Discover now