Día 8

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Antes solía pensar que Mildford High era una fortaleza. Tal vez por su arquitectura, o porque inspiraba aire de perfección e intimidación. Pero la verdad es que, si adquieres práctica, y conoces a las personas indicadas, fugarse es tarea sencilla.

Nunca pensé hacer algo como esto. En realidad, a pesar de mi poco interés en la escuela, no era algo usual en mí romper las reglas y cuando lo hacía no podía evitar sentirme muy rebelde.

Les pongo en sintonía: Adam y yo corremos por nuestras vidas, a punto de saltar una cerca que nos llevaría camino a nuestra libertad.

A eso se le llama, escapar con estilo.

Lo justifico diciendo que se debe a una buena causa. Decidimos salir a comer nuestro helado, ya que es viernes, y las tradiciones no se rompen. El motivo de que no fuéramos luego de clases era porque mi novio tenía práctica de baloncesto toda la tarde.

Novio. Qué bien suena ¿Verdad?

Sonreí como una tonta, andaba con esa expresión en el rosto desde ayer; luego de salir de aquel hermoso balcón, Adam me llevó a mi casa, para luego darme un largo beso de despedida, en el porche. Como siempre tenía que perseguirme la mala suerte, ocurrió algo de lo más embarazoso: mis padres y Lily habían visto todo, ya que estaban espiando. Me hicieron bromas pesadas desde el momento en que entré a casa, hasta esta mañana.

Horrible, ya lo sé.

—Acabo de cumplir uno de mis sueños frustrados. —comenté, mientras comía el helado. Por el rabillo del ojo noté que Adam sonrió.

—Que rebelde eres, Meg, me gusta. —respondió lanzándome un guiño, haciéndome reír.

—Se supone que todas las parejas hacen esto. —hice una pausa— Feliz aniversario de una semana, cariño. — dije con un tono empalagoso que logró hacerle soltar una carcajada.

—Feliz aniversario de una semana, linda Meg.

Mi corazón se aceleró ante aquello. Se escuchaba muy bien viniendo de su voz. Las mejillas me ardían. Él no pudo más que reír ante mi reacción, abrazándome por los hombros.

—Para nuestra segunda cita deberíamos ir a Times Square.— comentó.— Habrá una exposición de arquitectura que muero por ver.

— Genial. Oí por ahí que Kelsey Knight dará un recital de piano con la orquesta allí mismo. Así que será dos en uno.

Chocamos nuestros helados levemente.

Nos quedamos hasta el mediodía en el Central Park, conversando, riendo y con uno que otro beso de por medio. Regresamos a la escuela a la hora del almuerzo. Por suerte nadie se dio cuenta de nuestro escape improvisado, excepto nuestros amigos, quienes no dudaron en hacer bromas en cuanto nos vieron.

Pasada de las cuatro, Jena y yo nos encontrábamos acostadas en su cama, viendo el techo como si fuera lo más interesante del mundo.

—Deberías decirle— me aconsejó Jena—Sabes que no me refiero a lo que paso con Brian.

Negué con la cabeza, y solté un suspiro.

— ¿Que pensara de mi? Soy patética—dije, sentándome. — Ya han pasado casi cuatro años, y aún no supero lo que pasó. No del todo.

Jena se sentó rápidamente, tomando mi cara entre sus manos.

—Escúchame bien. — me miró a los ojos fijamente.—Nada de eso fue tu culpa. — dijo pronunciando la oración lentamente.

Los recuerdos comenzaban a llegar a mi memoria, no pude evitar que las lágrimas amenazaran con salir. Hace años tuve lo que yo le llamo el accidente, aunque ese no sea su verdadero nombre. Es el día más doloroso y difícil de recordar, y desde luego un día del que no me gusta hablar. Con nadie.

50 DíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora