Día 29

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No contaré nada sobre el curso de verano, al menos hasta después del viaje.

Parece un buen plan.

Aun no tomo una decisión. Desde luego, no la tengo fácil. Primera opción: un curso de verano en Viena, en donde estaría rodeada de excelentes músicos, sumando la belleza de Europa. Segunda opción: pasar un último verano lleno de increíbles recuerdos con todos mis amigos, antes de que todos siguiéramos nuestro camino.

Jena es la única que sabe a lo que me enfrento, no será un problema mantener esto en secreto durante un par de días.

Lo cierto es, que estoy hecha un lío ahora mismo. No sé qué hacer. Sin embargo, me prometí a mí misma disfrutar de las vacaciones en los Hamptons. Voy a divertirme, y convertirlo en el mejor viaje mi vida.

Y en realidad comenzó muy bien.

Justo en este momento todo cantábamos a todo pulmón en la espaciosa camioneta de Mason. Bailé junto a Claire, sentada a mi izquierda moviendo los hombros al ritmo de la canción, le sonreí a Adam, a mi otro lado, quien me miró divertido, pero igualmente terminó imitando mi danza.

Nunca había visitado los Hamptons antes, pues esta es una zona bastante privilegiada, y costosa. Estuvimos ahorrando durante tres años para lograrlo.

Es un alivio quedarnos en la casa de los padres de Mason, pues no gastaremos en alojamiento. La familia del novio de mi mejor amiga tiene mucho dinero, aunque Mason no suele alardear de aquello, al contrario es un chico muy humilde.

Tardamos dos horas en llegar a nuestro destino. El trayecto fue de todo, menos aburrido: El paisaje de Nueva York mezclado con una asombrosa playlist que Gabriel se encargó de elaborar hizo que el tiempo se pasara volando.

Quedé boquiabierta al ver el lugar donde pasaremos los siguientes cinco días.

Al bajar del auto, camine junto al resto por un sendero rodeado de árboles de un hermoso verde oscuro. La grama luce tan brillante que dan ganas de corretear descalzo por allí. A unos metros pude divisar la enorme casa. Vaya que es preciosa: dos pisos, color crema, con una piscina de al menos veinticinco metros en frente de la entrada.

Oh, estoy segura de que éste viaje promete.

El interior es incluso mejor, piso de mármol, sofás de cuero que se veían extremadamente cómodos. Anne chilló emocionada dejándose caer sobre el sofá.

— ¡Esto si que es una casa de playa! — Exclamó la pelirroja. — Mason, eres el mejor.

—Hombre, esta colección de videojuegos es fenomenal. — Aaron admiraba un estante lleno de CD. — Díganme que estoy en el cielo.

—Waoo. — Claire suspiró. — ¿Puedo ver los libros de la biblioteca?— inquirió, señalando el final del pasillo con emoción.

— Nena, estamos de vacaciones. — dijo Anne, subiendo sus lentes oscuros. Claire hizo un mohín.

—Claro que puedes verlos. — Mason sonrió a Claire con amabilidad. Para luego rodear a Jena con un brazo. — Siéntanse como en casa.

No fue necesario que lo dijera dos veces. Cada quien se fue por su lado a explorar lo que más le interesaba. Sonreí al notar que Adam admiraba cada uno de los cuadros expuestos en las paredes, ese es su lugar feliz.

A mi derecha, localicé un precioso piano de cola, de color blanco reluciente. Lo contemplé durante varios segundos. Solté una exclamación al darme cuenta de la marca; Steinway & Sons. Es una de las mejores, madre mía.

50 DíasWhere stories live. Discover now