Día 28

11.4K 1K 245
                                    

Todos tenemos un sueño. Ese sueño que parece imposible, pero anhelamos con todo nuestro corazón; es aquel por el que luchamos sin importar qué, y trabajamos duro para poder cumplirlo.

El mío es Juilliard.

Todavía puedo recordar perfectamente el día que hice la audición. Estaba aterrada: mi corazón no dejaba de latir aceleradamente contra mi pecho, mi mente jugaba con escenarios ficticios en dónde todo podía salir a la perfección, o acabar en el desastre.

El lugar estaba lleno de gente de todas partes del mundo, con mucho talento. No pude evitar sentirme intimidada, todos eran muy buenos. Tal vez, con más experiencia de la que yo tenía. Creo que mis nervios se hicieron notar mucho, porque Cassidy Cartwright -aquella pianista insoportable con la que comparto cierta rivalidad -se comportó amable conmigo ese día. Ella es la viva imagen de la seguridad; lucía regia con un perfecto vestido negro hecho a la medida, el cabello oscuro recogido en un elegante moño. Le pregunté si no le afectaba el hecho de que ésta era la audición más importante de su vida, también le pregunté qué haría si no lograba entrar a Juilliard, a lo que respondió:

-Entonces Juilliard perdió la oportunidad de contar con Cassidy Cartwright.

Una respuesta típica de Cassidy. Tengo que admitir que he envidiado su confianza en varias ocasiones. Sin embargo, esa vez su actitud me llenó de valor. Si no pasaba la audición entonces ellos perdieron a Margaret Fuller ¿No?

Recuerdo cada nota, cada figura, y acorde; lo que hice mal, lo que hice bien. Mis manos moviéndose con una mezcla extraña de nerviosismo y seguridad, el frío del aire acondicionado, la mirada cruda de los jueces. También la satisfacción al salir del salón, y poder decir "lo hice".

Estuve ansiosa por semanas, esperando una respuesta, pero estaba consciente de que esas cosas solían tardar bastante, y dejé de preocuparme acerca de aquel tema.

Hasta hoy.

En la mañana, al bajar a la cocina, me encontré con toda mi familia de pie, admirando algo sobre la mesa. Cuando notaron mi presencia; posaron su mirada en mí con emoción. Al estar algo adormilada, no pensé con claridad acerca de lo que podía tratarse. Fue entonces cuando vi la carta. Solté un grito, saltando hacia atrás, mirando a todos como si se tratase de una broma.

Por fin tengo la respuesta en mis manos.

Me permití admirar la envoltura unos segundos; que posteriormente pasaron a minutos, y los minutos se convirtieron en una hora.

-Voy a abrirla- anuncié en voz alta, para mí misma, ya que me encontraba sola en casa, junto aquel pedazo de papel que simbolizaba mi futuro.

Rompí el sobre, y abrí la carta, dejándola en la mesa suavemente. Mis manos cubrieron la mitad de mi rostro, comencé a leer lentamente.

La decepción se abrió paso cuando mis ojos terminaron de recorrer la última línea de palabras. Dejé salir un suspiro.

No lo logré. No entré a Juilliard.

Mis ojos se llenaron de lágrimas, las cuales no tardaron en desbordarse por todo mi rostro, una opresión en mi pecho se hizo presente. Solté un sollozo, sintiéndome completamente derrotada. Hice el pedazo de papel a un lado, llevándome las manos al pecho.

No entré a Juillliard.

Había imaginado tantas veces como sería mi vida estudiando allí. Era el plan perfecto, era todo lo que deseaba. Las clases, conciertos con la orquesta, todo sería como un sueño hecho realidad. La tristeza se mezcló con la rabia; tantas horas de esfuerzo. Solo Dios sabe cuánto practiqué. Di todo de mí, dejé mi alma en ese escenario, en cada pieza. Aun así, no fue suficiente; a pesar de todo lo que hice; fallé.

50 DíasOnde as histórias ganham vida. Descobre agora