Día 31

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Organizar citas es un arte complicado.

La próxima vez que decida improvisar, lo pensaré dos veces.

Las chicas y yo nos encontrábamos sentadas en el suelo, formando un círculo. Aprovechamos que los chicos estaban jugando un partido de básquet en el patio de la casa. Es imposible que escuchen nuestra conversación.

—Bueno, ya que no tenemos presupuesto, la idea de cita en una playa privada queda descartada. — comentó la pelirroja con resignación.

Todas respiramos aliviadas de que Anne lo haya aceptado. A veces cuando se le mete algo en la cabeza era difícil hacerle cambiar de opinión. Por más romántica que sonara la primera idea que tuvimos, está más que claro que no pagaremos cinco mil dólares por una playa privada.

Annelise siguió navegando por la computadora. Tecleaba a una velocidad impresionante, arrugaba la nariz cuando algo no parecía gustarle, o movía la cabeza hacia un lado cuando alguna idea parecía tentadora.

—Voila! —Exclamó, con un fingido acento francés. — esto es lo que haremos. —volteó la laptop para que todas pudiéramos apreciar la imagen.

Se trataba de un sencillo y lindo picnic. Es una idea perfecta.

En la foto podía observarse la típica manta colocada en el césped, platillos que se veían deliciosos. Sé que a Turner le encantará.

—Me parece genial. — Comentó Claire, asintiendo — ¿Tú que piensas, Meg?

—La verdad es que es una idea perfecta. —Respondí emocionada. — Gracias, Anne. — la pelirroja me guiñó un ojo en respuesta.

—Bueno, Mason podría ayudar con la comida. — habló Jena, agarrando la computadora para ver mejor las fotos. — Mantas de picnic tenemos de sobra, y en el sótano creo que hay algunas luces.

—Me encanta su eficiencia, señoritas. — Anne lanzó un beso al aire. —Ahora tenemos una hora para comprar todo lo necesario, andando.

Nos marchamos de la casa, con la excusa perfecta de que necesitábamos comprar cosas de chicas. Al escuchar esto mis amigos no quisieron pedir detalles, Mason le dio las llaves de la camioneta a Jena y siguieron en lo suyo.

Llegamos a la tienda más cercana luego de unos cinco minutos. El cielo estaba despejado y era agradable sentir el sol contra la piel. No puedo decir lo mismo de Jena, no ha dejado de quejarse desde ayer, la pobrecilla está rojísima.

Entramos a un local el cual parecía tener todo lo que necesitábamos y a un buen precio. Me alegré de haber tomado la decisión de traer al viaje parte de mi dinero.

Pagué la mitad de las cosas, ya que Anne insistió en ayudar con la otra mitad, y como dije antes, es casi imposible hacer que mi amiga cambie de opinión cuando una idea ya entró a su sistema.

— ¿Entonces tú y Adam ya lo hicieron? — preguntó acomodando su cabello color fuego, mientras guardábamos las cosas en la maleta del auto. Me ahogué con mi propia saliva.

Jena soltó una carcajada cuando pasó por nuestro lado. Claire me dio unas palmaditas en la espalda. Sentí un leve rubor en las mejillas.

Aparté la mirada, guardando otra bolsa en el auto.

—Anne, sabes que no...

—Mañana sería un día bastante romántico, como para...— movió las caderas hacia adelante. Rodé los ojos.

—Solo cumplimos un mes. Y lo cierto, es que estamos muy bien así. — dije, casi a la defensiva. Ya el asunto me estaba exasperando.

Ella alzó las manos en señal de rendición.

50 DíasWhere stories live. Discover now