Día 1

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Cuando tenía once años, papá recibió una generosa herencia de la tía abuela Mildred. Fue una sorpresa para todos, pues no esperábamos ser incluidos en el testamento. Una parte de los fondos estaba destinada para la educación de Lily, y la mía. Mis padres estaban encantados, y no dudaron en inscribirnos en Mildford High, una de las mejores escuelas privadas de todo el estado.

Recuerdo perfectamente lo furiosa que estaba ese día. No quería ser la chica nueva. Me gustaba mi anterior escuela. Además, no soportaba la idea de estar rodeada de niños mimados y primorosos. Odié el uniforme desde el primer momento en que lo vi: camisa blanca, corbata de rayas negras y amarillas, chaleco negro, con una falda- después permitieron el uso de pantalones-y medias del mismo color. Era una regla estricta vestir con propiedad, nada podía estar fuera de lugar; la camisa por dentro, el cabello recogido con gomina de ser posible, zapatos pulcros. Llevaba los colores de una abeja, me enteré después que aquel animalito era la mascota de la escuela. También recuerdo la mirada fulminante que le dediqué a mis padres antes de bajarme del auto, al igual que los murmullos y ojos posándose sobre mi cuando entré al lugar.

También recuerdo a Adam. En aquel momento, yo era más alta que él, estaba más delgado y aquellos ridículos frenillos de color naranja le adornaban los dientes, su cabello era lo único que seguía igual: un perfecto desastre. A él le conocí un día después que a Jena, fue durante un receso, le estaban molestando porque estaba dibujando en vez de jugar al fútbol con los otros niños. —Adam odia el fútbol. — Aquellos chicos le quitaron el dibujo mientras jugueteaban con el mismo; los labios de Adam temblaban y lucía a punto de echarse a llorar de la impotencia, ya que probablemente no le devolverían el dibujo, el cual parecía muy importante para él. Pero no lo hizo. Adam se acercó al chico dispuesto a darle una golpiza pero su adversario fue más rápido, esquivándole y dándole un puñetazo en la cara que le hizo caer al suelo. Le iban a dar otro golpe pero fue ahí cuando yo me opuse: insultándole lo mejor que pude, incluso le di un empujón lo que me hizo ver más amenazadora. Además, también era más alta que aquel par de bobos. Al final, conseguí que me devolvieran el dibujo sano y salvo, para luego entregárselo a Adam.

Él me agradeció, entregándome el dibujo, que era un boceto muy bonito de los edificios de New York. Aún lo tengo, está enmarcado en mi habitación. Desde entonces, él me saludaba todos los días, y poco a poco nos fuimos acercando más, algunas veces él me invitaba a ver películas, o partidos de basquetball, y yo le decía que fuéramos a comer pizza, incluso una vez intenté enseñarle a tocar el piano, pero no funcionó, ó simplemente hablábamos, conociéndonos cada vez mejor, hasta el punto de saber literalmente todo acerca del otro.

Él siempre estaba allí para mí, en las buenas y en las malas. Me toleraba incluso en mis arranques de estrés por las prácticas de voleibol, los cuales no eran muy fáciles de soportar.

Adam es simplemente el mejor amigo que una chica pudiera tener, y por ello nunca se me había pasado por la cabeza el hecho de que él y yo terminaríamos siendo algo más que amigos - por más que aquello fuera un experimento. -hasta hace treinta minutos.

La vida da muchas vueltas ¿no es así?

Las bocinas de los autos me regresaron a la realidad. Miré de reojo a mi amigo, quien parecía muy tranquilo, su cabello se agitaba un poco, conforme seguíamos caminado en dirección a su casa; teníamos los brazos entrelazados, aunque aquello no era nada nuevo, cuando salíamos juntos, siempre hacíamos eso.

El ambiente entre los dos era un poco extraño. Bueno ¿Cómo no podría serlo? Acabamos de iniciar una relación. Me mordí el interior de la mejilla, mirando los pantalones negros del uniforme, preguntándome que podría decir para romper el silencio. Sin embargo, Adam se adelantó:

50 DíasWhere stories live. Discover now