Capitulo 30

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Julian miró la puerta entornada del cuarto de baño sin poder dejar de frotarse las manos. Sentía un fuerte nudo en la garganta y el silencio de Kei en el coche y desde que habían entrado al hotel, no había ayudado que toda la ansiedad que había ido acumulando durante el día disminuyera un poco.

Sabía que aún tenían esa conversación pendiente y Julian la temía más que nada en ese momento. ¿Estaría furioso? Se mordió con fuerza el labio, dándose cuenta que había ejercido demasiada presión cuando sitió dolor y apartó los dientes rápidamente, llevándose una mano al labio para asegurarse de que no se había hecho ninguna herida pero no bajó la mano, mirando horrorizado una vez más la palma de la mano. Tenía varias heridas que no había conseguido disimular en el escaso tiempo que había estado bajo el grifo de la ducha y ya podía imaginar lo que diría Kei cuando las viera.

Julian permaneció unos instantes más contemplando las heridas de la piel de su mano sin llegar a verlas, sintiendo como el nudo de la garganta se cerraba con más fuerza hasta empezar a asfixiarle y bajó despacio la mano hasta dejarla sobre la cama con el puño apretado. Tenia miedo a lo que el chico rubio pudiera decirle sobre las heridas pero sobre todo temía que Kei se mostrara indiferente, como si no le importaran, que actuara como si le diera igual todo lo que hiciera ahora, todo lo que ahora le ocurriera.

Inclinó la espalda hacia delante tratando de aliviar el dolor del pecho y notó como todo el cuerpo se estremecía violentamente cuando escuchó los pasos de Kei dentro de la habitación, tratando de seguirlo de reojo, sin levantar la cabeza ni enderezar la espalda, ni siquiera cuando vio el borde del yukata negro de Kei frente a él. No se movió, manteniendo las manos inmóviles incluso cuando sintió como el corazón comenzaba a resonarle en la cabeza.

—¿No planeas mirarme a la cara? —La voz de Kei sonaba sosegada y Julian apretó con fuerza los labios, cerrando un segundo los ojos antes de volver a mirar la piel desnuda que se distinguía entre los bordes de la tela de seda. ¿Así que eso era lo que decidía? ¿Planeaba tratarlo como si fuera a romperse en cualquier momento?—. ¿Entiendes lo que has hecho mal, Julian?

Julian contuvo la respiración, abriendo exageradamente los ojos cuando sintió los dedos del chico rubio enredándose en su cabello. ¿Lo que había hecho mal? Julian cerró lentamente los ojos, permitiendo que la suavidad del masaje de Kei lo envolviera dulcemente, recordando vagamente lo que había sucedido a la tarde, el motivo por el que le estaba haciendo esa pregunta, la sensación de volver a tener un arma entre los dedos y los volvió a abrir, una vez más clavando la mirada en la piel desnuda que se veía a través de los pliegues que se mecían con el suave movimiento del chico rubio.

—No... —musitó encogiéndose un poco más cuando los dedos de Kei se detuvieron pero respiró hondo, despacio, sintiendo como buscaba desesperado todo el valor que podía encontrar dentro de él—. No he hecho nada mal.

Ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar cuando los dedos se crisparon en su cabello, tirando dolorosamente de él y le obligó a levantar la cabeza para mirarlo. Julian abrió mucho los ojos, perdiéndose en la oscura mirada del chico rubio que había entrecerrado los ojos y lo miraba muy serio.

—Ahora vuelve a repetirlo —le animó fríamente haciendo que Julian hiciera una mueca de dolor cuando intentó bajar bruscamente la cabeza y los dedos de Kei fuertemente apretados en su cabello se lo impidieron.

Julian vaciló, desviando la mirada hacia la puerta abierta del baño y trató de humedecerse inútilmente los labios, recordando con aprensión el miedo a que pudieran herir a Kei, a poder perderlo, a que una muerte más arrastrara aún más profundo el alma de la persona que amaba y trató de volver a respirar hondo sintiendo que el aire no conseguía alcanzar sus pulmones.

Cuando habla el corazón 3 (chico x chico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora