Capitulo 48

1.7K 182 296
                                    

Julian dio un paso hacia atrás sintiendo como su cuerpo no reaccionaba, mareado. Sabía que tenía que hacer algo, algo más aparte de mantener los ojos excesivamente abiertos fijos en los dos hombres que lo observaban como quien acecha a su presa. Sí... Tenía que correr, tenía que empezar a correr.

Tenía que huir.

No dio un solo paso más.

No podía. Se ahogaba, incapaz de conseguir llenar los pulmones con el suficiente oxígeno para seguir viviendo, sentía como si todo su cuerpo se hubiera quedado completamente congelado, petrificado en medio de ninguna parte y solo el cálido contacto de una mano que aferraba con tanta fuerza que debía estar haciendo daño lo mantenía capaz de pensar aún con claridad.

Hasta ahora Kei prácticamente no le había permitido ni intimidad para ducharse, incluso cuando terminó yendo a buscar a los hermanos de Kevin al instituto había mandado tras sus pasos a varios hombres que no dudaba hubieran intervenido si alguien se le acercaba a respirar un poco fuerte encima de su cabeza... Kei lo consideraba emocionalmente inestable y Julian no se lo podía imaginar arriesgándose con el resto de su limitada cordura.

No, no estaba solo. Estaba seguro de que Kei no se había marchado sin dejar aquella casa vigilada, sin dejarlo vigilado pero, ¿por qué no conseguía quitarse esa insidiosa inquietud del cuerpo?

—Vamos, vamos —rió Nicolé dando un paso hacia él y Julian retrocedió una vez más torpemente, trastabillando—. Qué reacción más exagerada, ¿no? Creo que fuimos especialmente amables contigo la última vez que te vimos, ¿No crees que deberías mostrar un poco de esa cortesía?

Julian no respondió y Francis resopló con fastidio, acercándose a él en dos zancadas y sin que Julian tuviera tiempo de reaccionar, lo agarró con fuerza de la barbilla, moviéndole la cabeza primero hacia la derecha y luego a la izquierda.

—¿Exactamente qué utilidad tienes para Kei? No consigo entenderlo.

—Relájate, Francis —le interrumpió Nicolé mirando a su alrededor—. Encontramos a Kei y Nathan y nos vamos. No quiero arrastrar bultos innecesarios si puedo evitarlo.

Francis hizo un rictus con los labios y lo soltó, haciendo que Julian se echara bruscamente hacia atrás por el impulso y vio como los ojos del ruso descendían hasta la niña.

—Bien, ¿de quién es hija la mocosa?

Julian tardó unos instantes en comprender a qué se estaba refiriendo. Liz era rubia de ojos azules. Tenía una piel muy blanca y sin duda era una niña preciosa, una muñeca. Pasaba fácilmente como hija de Nathan y nadie dudaría nunca que pudiera ser hija de Kei. En un ataque de pánico, Julian empujó a la niña con una mano, interponiendo su cuerpo al de la pequeña y tragó con esfuerzo antes de mirar a los dos hombres pretendiendo resultar desafiante.

—Es mi hija —dijo en lo que resultó ser más fuerte que un murmullo pero sin la intensidad que había pretendido darle a la voz.

La ceja de Francis se elevó y lo miró con sorna.

—¿En serio? No se parece mucho a ti.

Julian no respondió a eso. Le costaba pensar con claridad, le costaba pensar en una salida a esa situación, una manera de conseguir que aquellos hombres no se movieran de donde estaban hasta que los guardias de Kei aparecieran... Posiblemente fue solo un instante en el que sus ojos se desviaron hacia atrás de Francis, una sola décima de segundo pero vio como los labios del ruso se curvaban en una escalofriante sonrisa perversa.

—¿Qué ocurre? ¿Esperas a alguien? —Julian notó como la mano del ruso de movía solo cuando la notó prácticamente alrededor de su cuello y abrió mucho los ojos, mirando directamente los ojos azules de un hombre que parecía estar disfrutando de aquella situación—. Vamos, no quiero ser cruel. Todavía no. ¿Dónde están Kei y Nathan?

Cuando habla el corazón 3 (chico x chico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora