Capitulo 46

2.1K 228 228
                                    

Siempre le habían gustado esos momentos del día; ese instante cuando ya se ha borrado el último atisbo de luz en el cielo y solo la mortecina luz de las farolas que se derramaba sobre el suelo borraban las oscuras tinieblas que precedían a un mundo lleno de vida en el que él no conseguía sentirse completamente cómodo. La oscuridad había sido lo único que había conocido, en lo que había convivido y en lo que se había convertido. Ese era el único hogar que conocía y el lugar donde se sentía cómodo, donde no necesitaba salir de las sombras y mostrarse, un lugar donde nadie le exigía ser algo que no era y tan difícil le estaba resultando fingir que era. Pero podía adaptarse. Al menos había creído que podía hacerlo. Después había aparecido Nathan, después de él esos sentimientos, irracionales, destructivos... Y ahora se sentía como un globo que se desinflaba lentamente.

Se llevó las manos a los bolsillos de la cazadora y se apretó contra el asiento de madera que Dimitri había construido para el patio delantero de la casa intentando entrar en calor pero agradeciendo como el frío se filtraba punzante, arrancándole ligeros escalofríos que morían en su nuca.

Hacía al menos una hora que las últimas luces de las ventanas de las casas de alrededor se apagaban y una agradable quietud acompañaba a una helada chirimiri. El agua había ido empapando el asfalto y Kevin miró la carretera, ensimismado, cansado, agotado realmente pero sin ganas de levantarse y resguardarse de la lluvia, de entrar a una casa igual de silenciosa que las demás pero que en ese momento le resultaba opresiva.

Sabía que estaba siendo excesivamente emocional, que se había blindado en cuanto Kei había abierto la boca, exasperándose por el comportamiento infantil y caprichoso de Nathan cuando había intentado hablar con él como si no supiera ya la personalidad volátil del ruso.

Dejó escapar un largo suspiro, mirando el vapor que salía entre sus labios y se perdía entre la fina llovizna.

—Éste no soy yo.

¿Cuándo había sido la última vez que se dejaba llevar y dominar tan fácilmente por sus emociones? ¿Cuándo había dejado de ser racional, de tener bajo control sus impulsos, su rabia hasta el punto de no permitirle pensar con claridad?

Volvió a respirar hondo, escuchando como a su espalda se abría débilmente la puerta de entrada y unos pasos frágiles se acercaban tímidamente a él. Kevin desvió lentamente la cabeza hacia el menudo cuerpo de Julian. Seguía extremadamente delgado y aunque parecía haber recuperado algo de color en su rostro, bajo el frío tenía una apariencia enfermiza, ligeramente encorvado hacia delante y las manos fuertemente apretadas en el fino pantalón del pijama.

—Hace frío, Julian —dijo con suavidad—. Será mejor que entres.

No desvió la mirada del cuerpo de Julian, que abrió y cerró la boca como si intentará decir algo y no encontrara las palabras para hacerlo.

—Lo siento —musitó dando la sensación de ir a ponerse a llorar y dio un paso más hacia él, golpeando la rodilla contra el borde del banco—. Kevin, lo siento. Yo no pretendía...

—Julian —le interrumpió Kevin volviendo a respirar hondo tratando de sosegarse—. No necesitas disculparte —dijo usando la misma suavidad que hacía un momento. Tratar con Julian era complicado. Su aspecto débil solo era un reflejo de su propia alma, demasiado delicado, frágil, posiblemente tan fácil de quebrar que podía entender que Kei lo quisiera mantener encerrado y protegido—. Nada de lo que ocurre es por tu culpa...

Esta vez fue Kevin quien enmudeció cuando Julian se dejó caer torpemente en el banco, sentándose a su lado y lo miró desesperado, aferrándose con una mano a la manga de su cazadora, tirando débilmente de él y Kevin bajó la mirada un instante para mirar los dedos que se apretaba a él, suplicantes.

Cuando habla el corazón 3 (chico x chico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora