Capitulo 8

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Kevin miró la habitación que le habían asignado en la nueva casa Kazahara. Tenía a simple vista un aspecto muy sobrio. Muebles nuevos, sin estrenar, suelos, paredes... todo había sido reformado al gusto del japonés pero hasta él era capaz de admitir que aquella estancia no era lo típico que se podía esperar para un simple empleado como era él. Echó un vistazo a un lado, cerca de la puerta donde habían dejado su equipaje y sin siquiera plantearse en sacar la ropa, se acercó a la ventana. No planeaba quedarse tanto tiempo en esta ocasión como para tener la necesidad de hacerlo.

Hablar con Kei era una prioridad, por supuesto, pero aunque por un momento había considerado la alternativa de hacerlo ese mismo día, verlo entrar a la habitación con Julian le había hecho reconsiderar esa decisión. Total, un día o dos no marcaba la diferencia, pero por algún motivo se encontraba ansioso por ver a sus hermanos y comprobar que estaban bien.

Era verdad que Nathan le había asegurado que no tenía intenciones de hacer daño a sus hermanos pero no tenía claro que línea tenía permitido cruzar antes de convertir a sus hermanos en un objetivo de los deseos de venganza de ese hombre.

Se llevó una mano a la frente agobiado y miró al jardín que disponía la parte de atrás de aquella casa. No solo la casa era enorme, capaz de abarcarlos a todos en ella, un lujo en el que nunca había podido vivir y tampoco lo había pedido, sino que el terreno del que disponía les daba una privacidad necesaria con los vecinos más próximos.

Era agradable. Kevin abrió la ventana y respiró el aire cada vez más cálido que entraba desde el exterior. Aún le parecía asombroso que pese a todo, que pese a lo que Kei Kazahara era y significaba, pese a lo que todos sus amigos eran y todo lo que habían vivido, sufrido y perdido en un largo y tortuoso camino, aún podía respirarse esa calma, esa tranquilidad que algunas veces le había resultado sedante.

Había aprendido a convivir con ellos, a participar en sus locuras y a respetar sus manías de la misma manera que le había sorprendido que respetaran su espacio, sus manías. Aunque había sido obligado a entrar al servicio de Kei bajo amenaza, ahora no se sentía obligado y mucho menos coaccionado. Admiraba a Kei Kazahara, admiraba su fuerza, su valor, la manera con la que dirigía su vida, la forma en la que había salido del infierno en el que había crecido y admiraba que hubiera convertido a alguien como Julian, todo lo contrario a él, débil, inocente y demasiado sensible en su fortaleza, en el bastón que le ayudara a caminar, a continuar avanzando y sobre todo, que hubiera dejado de pretender cambiar al muchacho. Julian nunca cambiaría. Nunca sería fuerte ni valiente, nunca sería capaz de perdonarse arrebatar un vida en su frágil conciencia. Era algo que él mismo había necesitado entender. Kevin suspiró y cerró unos segundos los ojos cuando una ráfaga de aire le azotó suavemente el rostro y le revolvió el cabello. Sí, ahora le tocaba a Julian entender a Kei pero él ya no se encontraría allí para verlo. Abrió lentamente los ojos y volvió a mirar el hermoso jardín lleno de árboles y plantas que estaba seguro lo cuidaría frecuentemente alguna empresa especializada. Tampoco estaría junto a ellos cuando Rykou finalmente comprendiera que era el momento de dejar ir a Oshi y compartir el dolor que esa marcha significaba para cada uno de ellos, incluso para él.

Sus ojos se fijaron en la silueta que el vaivén de las ramas del roble que había a un lado de su ventana le dejaba al descubierto en algunos momentos y simplemente lo observó sin notar ninguna oleada de sentimientos emergiendo de su interior. A esa distancia su venenosa lengua no era capaz de alcanzarle y casi podía adivinar que Nathan se encontraba sosegado, con el cuello hacia atrás.

No negaba que también sentía cierta admiración por aquel hombre, una demasiado nublada por el desprecio y la rabia que generalmente le hacia sentir cada vez que se encontraban o se veía con la desagradable situación de compartir espacio. Admitía que ya fuera amor u obsesión por Kei, lo que había hecho, lo que había soportado por su primo era algo que no muchos serían capaces de soportar. Ni siquiera él.

Cuando habla el corazón 3 (chico x chico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora