Capitulo 10

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—Dé... déjame —pidió desesperado, intentando pasar por uno de los lados de Kei que tras empujarlo dentro del despacho, sin permitirle que fuera tras Kevin, había obstaculizado la salida con su cuerpo, manteniéndose de pie frente a la puerta. Podía notar el silbido de su respiración agitada pero no trató de fingir estar mas calmado. No podía estarlo. Ni siquiera había pensado en la posibilidad de que Kevin pudiera marcharse algún día como para poder asimilarlo en ese momento—. Si voy... si voy a hablar con él tal vez le haga cambiar de opinión. ¡Puedo convencerle!

Sí, podía intentarlo. Si hablaba con él tal vez lo convencería y...

—Ya basta, Julian —le cortó Kei fríamente, sacándolo de golpe de sus pensamientos—. No seas tan egoísta.

Julian abrió mucho los ojos conteniendo la respiración con un sonido ahogado y levantó finalmente la mirada hacia Kei, sorprendido. El chico rubio se había cruzado de brazos y lo miraba fijamente, sin emoción con aquellos relucientes ojos negros cargados con una sombra que Julian ya le había visto cuando regresó de Rusia la primera vez. Bajó rápidamente la cabeza, comenzando a respirar agitadamente de nuevo, tratando de aferrarse a la conversación que había tenido en la habitación antes de que los últimos efectos del sedante administrado antes de subir al avión y el cansancio hicieran que se cayera dormido

—¿Qué...? —parpadeó confuso, apretando las manos en la tela del pantalón—. ¿Egoísta?

Kei volvió a suspirar, claramente cansado.

—Kevin tiene otra vida lejos de todo esto. Está en su derecho volver con ellos.

—Pero...

Julian se mordió el labio con fuerza, con los ojos muy abiertos clavados en las manos apretadas contra sus muslos. Kevin era su amigo, su único amigo, la única persona con quien se permitía relajarse, con quien podía hablar abiertamente, era... Apretó con más fuerza los puños en el pantalón. Pero lo comprendía. Sí, estaba siendo egoísta, lo sabía y eso le fastidiaba más que cualquier otra cosa. Él era un inútil, alguien que no sabía hacer nada por sí mismo. Cerró los ojos con fuerza, sofocado. Kevin siempre había sido su apoyo y sin él se sentía tan perdido...

—Es hora de dejarlo ir.

—Yo... no es eso...

Kei suspiró y lo agarró suavemente del brazo, haciendo que se crispara y que todos sus pensamientos se alejaran bruscamente hacia otra dirección.

—Tienes que dejarlo ir —Kei movió la silla frente a la mesa y Julian obedeció sin pensarlo demasiado, aún sin mirarle a la cara cuando él se sentó en el borde, frente a él—. Siéntate

—No lo entiendes —murmuró en voz muy baja, apartando un poco los labios resecos para poder responder—. Tú no lo entiendes.

—Entonces, explícamelo.

Apretó con más fuerza los puños en la tela del pantalón de sus muslos, arrugándola, sin importarle el aspecto tan lamentable que le estaba mostrando a Kei e hizo un esfuerzo para coger aire, para respirar profundo.

—Puedo hablar con él —susurró.

—Habla conmigo —respondió inmediatamente Kei, sin vacilar y Julian notó como se encogía, echando hacia delante los hombros y se hubiera echado a reír si la ansiedad no le estuviera oprimiendo el pecho, haciéndole difícil respirar y con la sensación de que le faltaba el aire. ¿Hablar con él?

—Él... —masculló con esfuerzo—, él es mi amigo.

—Y yo tu amante.

Julian creyó que por un momento dejó de respirar; posiblemente lo hizo, y cuando volvió a tomar aire, sintió como prácticamente el corazón salía de su pecho, resonando violentamente.

Cuando habla el corazón 3 (chico x chico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora