Capitulo 23

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Hacía horas que la luz de la calle había empezado a menguar, iluminando tenuemente los adoquines y creando un brillo fantasmal en el asfalto mojado. Desde la ventana del quinto piso, daba la impresión que la calle absorbía cada vez más la luz artificial que se derramaba de las farolas

Kevin apoyó el brazo en la pared al lado de la ventana. Desde allí podía ver el ritmo frenético de la vida bajo el manto multicolor de los paraguas. Le gustaban esos días. Incluso el frío que se colaba por los laterales de la vieja ventana y lo envolvía erizandole todo el vello del cuerpo. Desde siempre se había sentido más tranquilo a esas horas del día, cuando el atardecer daba paso a la noche y la oscuridad abrazaba todo el miedo, la angustia y el dolor, la lluvia que enmascaraba las lagrimas que caían por sus ojos, las pocas ganas de volver a casa y enfrentarse a sus padres. Puede que pegando el uno al otro, tal vez con algún golpe esquivándose y cayendo sobre él, sobre todo después del nacimiento no deseado de Eila, demasiado pequeña como para dejarla a unos cuidados que nunca llegaban de su madre o su padre. Kevin no dudaba que Eila hubiera muerto rápidamente si él no se hubiera encargado a los diez años de alimentarla y cuidarla. También lo hubiera hecho Jack de quien su madre no se había enterado de que estaba embarazada hasta que se puso de parto y lo abandonó en el hospital. Kevin había tenido que encargarse de llevárselo, mintiendo mucho, falsificando la firma de su madre y pidiendo a una señora que mendigaba en la calle que se hiciera pasar por la madre por unos pocos dolares que había robado. Eila tenía sólo tres años, acompañándolo siempre de la mano.

Las cosas habían cambiado mucho desde entonces. Sus padres habían muerto y Kevin jamás reconocería en voz alta el alivio que le había supuesto. Nadie hasta ahora se había preocupado por ellos y nadie lo hizo después. No apareció una trabajadora social a la puerta de la chabola donde vivían, ningún familiar desconocido les tendió una mano amiga y Kevin siguió protegiendo y cuidando a sus hermanos como había hecho hasta ahora. Lo único que difería a la situación de antes era que no había gritos, no más peleas o golpes. Kevin no volvió a encontrar droga o jeringuillas por el suelo que escondía rápidamente para que ninguno de sus hermanos las cogieran...

Cerró un segundo los ojos, respirando profundamente, después clavó la mirada al otro lado de la ventana, observando como las gotas de lluvia golpeaban violentamente los cristales y giró el cuello lo suficiente para mirar a Nathan, sentando en la cama con expresión relajada. Unas gafas de montura negra descansaban sobre su nariz y su mirada azul estaba atenta a la lectura del libro que sostenía en las manos.

En esos dos meses, Nathan había demostrado ser un pésimo paciente y no precisamente por su capacidad para quejarse o esperar a que le hicieran hasta el mínimo detalle. Kevin había visto como varios médicos le habían suplicado que usara el timbre, que llamara al personal cuando necesitara algo y se encontrara solo. No había dicho nada, por supuesto, pero aún, en todo ese tiempo, Nathan no le había dejado tocarlo ni una sola vez.

Después de seis días, habían decidido retirarle la sedación y subirlo a planta. Le habían dicho que no podía levantarse. Kevin se lo había encontrado, nada más salieron los médicos de la habitación, poniéndose las zapatillas para ir al baño. Esa había sido la primera vez que se le había vuelto a abrir la herida y la primera que lo había rechazado con vehemencia cuando había ido a agarrarlo para acompañarlo.

No había sido la única vez.

Después de quince días en planta, habían tenido que volver a operarlo de urgencia incapaces de detenerle la hemorragia. Esa vez lo habían mantenido en la UCI ocho días. Después de eso, había visitado la unidad de cuidados intensivos otra vez más en la que Nathan se había tapado la herida con una toalla hasta que una de las enfermeras se había dado cuenta de la sangre que empapaba hasta el lateral de la cama. Habían vuelto a preparar el quirófano y Kevin hubiera jurado que Nathan no fingía cuando había mirado a todo el personal como si no entendiera la gravedad de la situación y había dicho que ya dejaría de sangrar por sí solo. Kevin aún se sorprendía de que ese hombre hubiera estado vivo durante tantos años.

Cuando habla el corazón 3 (chico x chico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora