Capitulo 44

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Julian bajó del coche y se detuvo un instante para mirar con aprensión la casa donde Kevin vivía. Su problema no era su amigo, sino la persona que insistía en quedarse al lado de Kevin y le obligaba a recordar una y otra vez el peor momento de su vida. Un movimiento a su derecha hizo que desviará un instante la mirada, aún inmóvil para ver cómo Kei le daba instrucciones a sus hombres y se ajustaba el abrigo negro antes de acudir a su lado. No apartó la mirada de él. Tampoco entendía por qué Kei insistía en buscarlo y mantenerlo a su lado. Era un tema que no estaba abierto a discusión. Ni siquiera para Nathan aunque a su primo no parecía importarle tener al chico rubio a su alrededor. Apretó los puños y desvió la mirada volviendo a clavar los ojos en las ventanas de una casa que ya empezaba a resultarle familiar.

—¿Estás bien?

No lo miró; apretó con más fuerza los brazos a sus costados y mantuvo los ojos tan fijos en la fachada de la casa, en el desastroso jardín, en las ventanas... que Julian empezó a sentir que le escocían y parpadeó para evitar que se humedecieran y que Kei creyera algo equivocado. Ni siquiera se molestó en despegar los labios para responderle. Podía sentir la tensión de los músculos, el dolor y la rigidez de su cuerpo pero no se movió, ni siquiera lo hizo, conteniendo la respiración cuando sintió como el brazo de Kei prácticamente se pegaba al suyo. Julian sabía que era una pregunta simple, fácil, muchas veces de cortesía, pero no para Kei, no cuando éste se la hacía a él. Con esa inocente pregunta Kei evaluaba su estabilidad mental y emocional, sobre todo dependiendo de su respuesta, una que podía arrastrarle a una habitación acolchada para que no pudiera hacerse daño.

—Creo que estamos molestando —respondió evitando descaradamente la pregunta sin atreverse a mirar al chico rubio, ni siquiera cuando notó como los dedos suaves y delgados de Kei rozaron la parte de atrás de su cuello, sacudiéndole completamente y haciéndole tambalear la poca determinación que había conseguido reunir para revelarse.

—¿Te lo parece? —la voz de Kei fue suave, aterciopelada y Julian tragó con esfuerzo.

—Es... —musitó moviendo ligeramente el cuello para tratar de no ser tan consciente del lugar donde la mano de Kei lo tocaba—. Es una casa pequeña, para una familia. Kevin y sus hermanos... Nosotros... —se calló bruscamente. Se estaba incluyendo en aquello que abarcaba a Kei, e incluso con o sin él, la gente que se encontraba con el chico rubio era mucho mayor desde que la familia rusa se había unido a él. A él y a Nathan...— Nosotros somos muchos...

—Comprendo —lo interrumpió Kei y Julian volvió a callarse bruscamente, pegando con más fuerza los brazos a los costados y se encogió cuando sintió como la mano de Kei tiraba de él obligándolo a caminar. —. Vamos.

No puso resistencia, tampoco le sorprendió que fuera Rykou quien como si se hubiera encontrado al lado, fuera quién se encargara de abrir la puerta y permitir que ellos pasarán primero, uniéndose al popurri de voces, música y los gritos de la televisión, el sonido de algún mecanismo electrónico desde la cocina y un robot aspirador que comenzó a golpear las zapatillas de Julian antes de rodearlo y girarse hacia el salón donde parecían todos reunidos.

—Señor Kazahara —saludó Dimitri que se había mantenido cerca de la pared, un poco al margen de la pintoresca imagen que se presentaba en el salón con Nathan y los niños sentados en el suelo mientras masticaban palomitas y gritaban las respuestas del programa que emitían en la televisión. Sasha se encontraba sentado en uno de los sillones también con un reciente de plástico con palomitas y tratando de adelantarse al primo de Kei con las respuestas.

—¿Dónde está Kevin? —se interesó Kei, soltando finalmente su cuello y Julian aprovechó para apartarse lo justo para poder mirarlo.

—¿Ha ocurrido algo?

Cuando habla el corazón 3 (chico x chico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora