Capítulo 5

383 85 14
                                    

Estuve varios días pensando, involuntariamente, en el planteo hecho por Lautaro dentro del cementerio

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Estuve varios días pensando, involuntariamente, en el planteo hecho por Lautaro dentro del cementerio. Mi cabeza no tenía control y solo, en casa, pensaba en miles de tonterías. Si la situación fuera inversa, querría que Matías encontrara la forma de ser feliz, pero en el fondo me dolía la idea de ser olvidado, volverme un recuerdo irrelevante. Por eso me molestaba cuando alguien me decía que tenía que seguir con mi vida, porque parecía volver irrelevante a Matías.

Eso me llevaba a pensar en otra cosa que me inquietaba: Francisco. Trataba de convencerme que era normal que otras personas pudieran parecerme atractivas, era algo que incluso pasaba cuando estaba junto a Matías, a él le pasaba también, porque no era una reacción que uno pudiera controlar como si fuera una opción a desactivar. Usaba toda la lógica del mundo para explicármelo, porque Matías nunca sería reemplazado, sin importar el tiempo que pasara; ni diez ni veinte años, en todo lo que me quedara de vida. Pero era humano y había una necesidad que tampoco podía desactivar, necesidad cuya aparición llegó de forma devastadora cuando Francisco comenzó a llamar mi atención. Esa parte de la cuestión, por más que lo pensara, no sabía cómo manejarlo. Al principio quise creer que si dejaba de verlo la sensación desaparecería y me olvidaría, pero al volver a su consultorio después de cuatro meses, confirmaba que nada había cambiado.

Una parte de mí no creía que un encuentro pudiera considerarse una infidelidad en mi situación, pero la otra no estaba tan segura.

***

Las pastillas que usaba para dormir se terminaron y yo no busqué otra fuente para su receta, tal vez, inconscientemente, quería un pretexto para volver a ese consultorio. Aunque había prometido no regresar. Soporté el insomnio más de una semana, en la que tampoco hice hecho nada para conseguirlas por otro medio. Me mentía a mí mismo y me daba excusas que no engañaban mi conciencia. Por lo que regresé al consultorio sin saber qué es lo que buscaba con eso. Las pastillas eran la justificación, el discurso que me protegía. Algo absurdo después de lo que había sucedido porque Francisco vería a través de todo.

Cuando abrió la puerta y me vio en la sala de espera, me invitó a pasar como si nada extraño estuviera sucediendo.

—Es bueno volver a verte —dijo al cerrar la puerta.

Con mucha duda me senté en el sillón, él ocupó el otro sin su iPad, a esperar que yo informara el motivo de mi reaparición.

—Se me terminaron las pastillas.

Una sonrisa muy amplia apareció en su rostro.

—Estoy seguro que es así pero no viniste por eso.

No pude responder, me sentí horrible y patético. Él estaba contento.

—Es hora de hablar claro —anunció parándose.

Se sentó de nuevo en la mesa de vidrio y yo me acomodé más atrás en el sillón en un intento de alejarme, mi incomodidad no le importó.

—Yo sé por qué volviste y sé cuál es tu problema. Para ti Matías es todo, es absoluto, y no quieres que eso cambie. —Lo miré con gravedad, nunca había expresado eso, mucho menos usado una palabra como absoluto—. Y a mí no me sirve alguien que quiera o se ilusione con una relación. Pero tampoco me agradan los extraños.

Oculto en SaturnoWhere stories live. Discover now