Capítulo 29

351 66 32
                                    

Tuve una mala noche en la que no dormí tranquilo y me desperté más veces de las que eran posible contar

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Tuve una mala noche en la que no dormí tranquilo y me desperté más veces de las que eran posible contar. Por la mañana me sentí agotado y desganado pero desayunar junto a Francisco mejoró mi humor. Él se daba cuenta que estaba decaído, sus bromas eran limitadas y su tono de voz suave en todo momento. Me negó el café por el malestar del día anterior, insistiendo en que tomara té y lo acompañara con unas tristes galletas junto con una mermelada artesanal. Y él desayunó lo mismo para que no me desanimara.

Mientras comíamos noté algo que llamó mi atención junto al televisor y tuve que levantarme de la mesa para verlo mejor. Sorprendido, observé una fotografía mía sobre el mueble. La foto era la que Francisco me sacó en secreto en la playa y, frente al porta retratos que la resguardaba, descansaba un pequeño caparazón de caracol, el cual supuse que fue guardado por él a modo de recuerdo. Toqué el caparazón, de color beige con diminutas rayas blancas, delicado y perfecto como la persona que lo había encontrado. Un poco frágil también, aunque su apariencia no lo demostrara. No debía extrañarme que llevara adelante mi idea de la foto pero aun así me dejaba asombrado. Colocar una fotografía podía parecer un acto simple pero lo sentí como algo inmenso, porque no lo creía capaz de tomarse a la ligera semejante demostración de afecto. Una forma de declarar que ocupaba un lugar dentro de su vida.

—Saliste muy bien —lo escuché decir a mi lado.

Mi foto me avergonzaba un poco pero el recuerdo de esos momentos felices en la playa junto con el caracol, la prueba física de ese viaje, hicieron que por primera vez en mucho tiempo sintiera que estaba en el camino correcto. Incluso con el momento triste que accedió a vivir en esa travesía, mostrando la herida con la que cargaba, arriesgándose. Porque para él podría haber significado arriesgarlo todo por una oportunidad de tener más momentos felices.

—Eres muy tierno.

Rio por lo bajo.

—¿Tierno? —repitió incrédulo.

Me acerqué para besar su mejilla.

—Y adorable —afirmé.

Su expresión me dio la sensación de que no estaba acostumbrado a ese tipo de palabras fuera de la cama. Y la sonrisa, que no abandonó su rostro luego de escucharlas, también era otra señal de que me encontraba en el camino correcto.

***

Antes del mediodía, abandoné el departamento de Francisco. Tenía mucho en que pensar pero a la vez nada que necesitara mucho pensamiento. En lugar de regresar a mi casa mis pies me llevaron al cementerio. Allí me senté frente a la tumba de Matías a meditar. Observé su placa deseando poder hablar con él, contarle las cosas que me sucedían y lo que sentía, y escucharlo decirme "no te preocupes tanto". Porque imaginaba que esa sería su respuesta. También podía imaginar su expresión de reproche por lo que hice con mis padres junto con su típico cuestionamiento "¿hacía falta?" ante mis ataques de enojo que siempre lo hacían renegar. Sonreí imaginándolo. Sin proponérselo Matías sanó muchas de mis heridas con el correr de los años. Aunque me hacía el superado, la separación con mi familia me dañó, me dejó una sensación de inferioridad, de rechazado, que me negaba a reconocer. Algo que fue desapareciendo a su lado, cada vez que me repetía que nosotros dos éramos una familia.

Oculto en SaturnoWhere stories live. Discover now