Capítulo 12

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El suceso con Benjamín me dejó muy afectado

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El suceso con Benjamín me dejó muy afectado. Él no era ni significaba nada en mi vida pero sus palabras me dejaron herido. Sus acusaciones venían de su pasiva codicia. Él se dedicaba a esperar el momento oportuno, no como un depredador sino como un carroñero, sin tomar riesgos. No recurriría a mentiras que podrían descubrirse, tomaría la verdad más conveniente y la moldearía a su necesidad. Eso hizo conmigo, ni más ni menos.

Cuando fui a ver a Francisco, mientras esperaba a un costado, recordé que me había llamó trágico.

—Estás muy concentrado.

Levanté la cabeza y vi a Francisco, se había acercado sin que lo advirtiera. Tardé en reaccionar.

—Un poco.

Algo notó en mí porque no sonreía como siempre lo hacía. Se arrimó un poco más, su mirada fija en mis ojos.

—Parece que hoy es una noche ideal para olvidarlo todo —dijo en voz baja y con amabilidad.

Me tensé ante la sugerencia que remarcaba mi evidente desdicha. Sentí que él podía saber con precisión los pensamientos que me atormentaban, incluso sin que se los mencionara.

—Sí.

Caminamos las dos manzanas en silencio, la noche estaba muy despejada a comparación de la última vez y lamenté que fuera así, que no hubiera una llovizna que nos hiciera caminar pegados.

En el departamento, después de dejar su mochila y su abrigo, me miró con curiosidad porque yo estaba atontado, quieto en mi lugar.

—¿Quieres tomar algo?

Negué con la cabeza despertando de mi ensueño. Se acercó a mí hasta que su cuerpo presionó el mío y pasó sus brazos por sobre mis hombros en un cuidadoso abrazo, atento a mi derrotada expresión.

—¿Qué quieres hacer? —preguntó de manera seductora.

Quería desaparecer. Acaricié su rostro y sus labios. Quería morir y renacer. Levanté su barbilla y di unos besos bajo su mandíbula, su perfume aún se olía, amaderado y fresco, siempre usaba el mismo. Me quedé en su cuello respirándolo, haciendo nido en su bufanda. Mi vida estaba llena de crueles decepciones y no sabía cómo seguir, qué rumbo tomar. Lo abracé con fuerza sorprendiéndolo.

—Quiero que hagas conmigo lo que quieras —dije sin pensar.

Francisco soltó una pequeña risa ahogada antes de separarse de mí.

—Después de decir eso ya no puedes acusarme de ser confiado.

Estiró de mi ropa y me fue llevando a su habitación, su mirada detrás de sus anteojos era tierna, compasiva, hermosa. Me hizo recostar en la cama y se acomodó a mi lado acunándome en sus brazos. Esperé un momento donde nada más sucedió, quedé perplejo. Podía sentir sus dedos en mi cabello, masajeando con delicadeza. Después de dudar me animé a mirarlo buscando una explicación.

Oculto en SaturnoWhere stories live. Discover now