Capítulo 7

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Después de un mes o un poco más, Vicente apareció en mi oficina

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Después de un mes o un poco más, Vicente apareció en mi oficina. Se sentó frente a mí y sonrió con exageración a la empleada que se acercó a ofrecer café al verlo llegar. Lo ignoré como muchas veces hacía. Me encontraba comparando presupuestos de los proveedores para la pastelería que se usaba en la cafetería, un tipo de tarea que él marcaba de absurda. Que me tomara ese trabajo era demasiado honesto para alguien cuyas decisiones se realizaban en base a la amistad, contactos y conveniencia. Nuestros proveedores eran pequeños emprendimientos locales, algo que me parecía ir más acorde con el lugar que ocupábamos.

—¿A qué hora sales? —me preguntó animado.

Lo miré extrañado.

—Vamos a tomar algo —propuso.

—¿No tienes más amigos?

—Sí, pero ya salí con ellos.

—Tengo cosas que hacer mañana.

—¡Mañana es sábado!

Pausé mi trabajo con fastidio.

—Aun así tengo cosas que hacer.

—Ni siquiera sabes inventar una excusa decente —acusó—. No te hagas rogar. ¿A qué hora sales? Yo invito.

Pensé por un pequeño momento que tal vez era mejor darle el gusto.

—A las 8.

***

Todo terminó en una cena. Fuimos al lugar más exótico con el que contaba nuestra pequeña ciudad: un restaurante japonés. Un local decorado con imitaciones de objetos del país que deseaban representar, con un menú de variado sushi y comida más corriente para los desconfiados. Era la primera vez que accedía a salir a cenar, o beber, con él desde el accidente de Matías. Insistí en que nos sentáramos en el lugar más alejado de la entrada ante el peligro de que algún conocido pudiera verme y decidiera acercarse, creyendo que porque estaba en un restaurante yo me  encontraba en condiciones de socializar. Las personas se tomaban demasiadas libertades. Desde la mesa repasé el lugar para confirmar que no hubiera ninguna cara familiar. Vicente se dio cuenta y también volteó a inspeccionar.

—Si aparece alguien, yo me ocupo.

Vicente estaba de buen humor y se apuró en pedir bebidas.

—Es la primera vez en todo este tiempo que salimos —comentó orgulloso por su logro.

—No estarás pensando dormir de nuevo en mi casa, ¿verdad?

—Suenas miserable pero no me dejarías en la calle. —Un mozo se acercó trayendo sake—. Pero no.

A pesar del sushi, nos podía la costumbre y abandonamos el sake para continuar con el vino. Después de haber desaparecido más de un mes no podía evitar pensar que las cosas con su esposa terminaron mal. Tenía la sensación de que algo estaba por anunciar. Me gustase o no, no lo podía ignorar porque sabía que ciertas cosas no se las contaba a nadie excepto a mí. Con su profesión, no confiaba en la discreción de las personas. Matías tardó en entender cómo congeniábamos porque la mayor parte del tiempo parecíamos no soportarnos y muchas veces era así; a mí no me gustaba que me dijeran lo que tenía que hacer y a Vicente le encantaba decirle a la gente lo que tenía que hacer. Pero siempre, de alguna forma, volvíamos a un punto neutro.

Oculto en SaturnoWhere stories live. Discover now