Capítulo 21

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Vicente apareció en mi oficina un par de horas antes del término de la jornada y se acomodó con su notebook a responder infinidad de correos, o eso parecía

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Vicente apareció en mi oficina un par de horas antes del término de la jornada y se acomodó con su notebook a responder infinidad de correos, o eso parecía. Apenas era lunes pero él quería salir a beber.

El divorcio le estaba dando vuelta la vida. A veces estaba de buen humor, a veces estaba de mal humor, pero cada vez soportaba menos a las personas. En todas las visitas había un nombre nuevo de alguien quien lo ofendía y se dedicaba a poner gente en una lista negra imaginaria, personas a quienes bajaba a una categoría inferior al de conocido porque no podía negarles el saludo. Con su trabajo debía aguantarse las ganas de hacer ese tipo de desplantes y renegaba de eso también. No podía criticarlo por esas cosas porque yo no era el mejor ejemplo de paciencia.

Las personas encasillaban situaciones y su divorcio no se salvó de eso, ahí estaba su molestia con todos los que lo rodeaban en su vida diaria, que demostraban no tener habilidad para comprender lo que ocurría.

Vicente se sentía muy decepcionado consigo mismo y responsabilizaba todas sus decisiones por el desenlace. Su obsesión por el trabajo le dio un éxito aparente, su falta de tiempo y constantes compromisos desgastaron una relación que daba por sentado. Y temía ser la imagen de su padre, que le tomó gusto muy rápido a la nueva vida de soltero. Por lo que su mayor preocupación estaba en sus hijas, no quería ser un padre de fin de semana y feriados. Que él o ellas tuvieran que esperar a un determinado día para verse, como si fuera una cita con el médico. Así que recurrió a soluciones poco comunes dentro de un divorcio y, en lugar de irse, dividieron la casa. A medida que las personas se enteraban de ese detalle le dedicaban gestos y palabras poco alentadoras. Muchos lo veían como el exmarido negado, invasivo, tóxico llegaron a decirle, por no irse. Comentarios y gestos hechos desde la ignorancia, sin conocer la relación con Rebeca, sin interesarles lo que él sentía.

Por eso siempre tenía alguien nuevo a quien odiar.

Y ese día más gente iba a entrar en su lista.

El piano sonaba de fondo, parecía jazz, era agradable, un poco relajante también, pero nada de eso llegaba a mi visita, hacía un tiempo que se le olvidaba remarcar la existencia de la música como solía hacerlo. La mesera que le dejó su segundo café sonrió más de lo normal, como si algo le causara gracia, Vicente no se percató de eso tampoco. Lo miré pensativo, tenía que contarle el rumor que daba vueltas y llevaba tiempo esperando verlo de un humor pasable. A pesar de todo, se veía tranquilo así que me pareció oportuno apurar la novedad. No quería que se enterara por otra persona.

—Tengo que contarte algo.

Me recosté en mi silla preparándome para la discusión.

—¿Qué pasó ahora? —preguntó sin mucho interés.

—Hay rumores entre los empleados... que ya llegaron a los profesores de los cursos...

Los rumores en los profesores eran problemáticos porque ellos trabajan en otros lugares, en ellos recaía el posible esparcimiento. Pero seguía mis palabras sin alarma.

Oculto en SaturnoWhere stories live. Discover now