Capítulo 25

325 63 11
                                    

En nuestra ciudad había algunos eventos en el año que buscaban ser grandes y reunir la mayor cantidad de público posible

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

En nuestra ciudad había algunos eventos en el año que buscaban ser grandes y reunir la mayor cantidad de público posible. Con ese fin se realizaban entre primavera y verano para coincidir con visitantes y turistas. El primer gran evento era la feria del libro que se montaba en la plaza principal bajo una gran cantidad de carpas. Distintas tiendas y editoriales pequeñas tenían su lugar, también se hacían algunas actividades para entretener al público. En una carpa aparte se programaban proyecciones y conferencias, en otra se leían o representaban cuentos para niños, se sumaban varios talleres y alguna que otra cosa apenas relacionada a la cultura. Tal organización exigía puestos de promoción del municipio y allí estaba, sin muchas ganas de estar, en el stand de la secretaría de cultura. Antes me entusiasmaban mucho esas oportunidades y siempre me ofrecía para ser voluntario. Solía hablar con todo el mundo, misionaba todas las actividades y cursos que se ofrecían, no solo en el centro cultural donde trabajaba, también en las escuelas y centro cívico. Me hacía sentir orgulloso y reivindicado hacer algo que veía de gran utilidad para otras personas. Pero en esa ocasión estaba incómodo. El año anterior no participé y ese año confirmé mi asistencia movido por una sensación de obligación. Obligación que no existía. Como sucedía cada año, en el stand éramos más personas de las necesarias. Profesores y funcionarios con vocación de servicio aprovechaban, lo que era para muchos de ellos, su único gran evento del año. Nuestro puesto no era tan concurrido como el resto que se relacionaban con los libros pero, irónicamente, era el que más personal tenía a disposición. En tales circunstancias, era fácil ir y venir al no ser necesaria tanta presencia. Y yo me debatía entre pasear o no pasear, porque en cada rincón aparecía alguien que quería saludarme y estar en el stand también me exponía. Los profesores voluntarios tenían muchas ganas de hablar y ponerse al día con todo lo que hicieron laboralmente ese año. Para mí no era sencillo seguirles la conversación porque mi nivel de entusiasmo era más limitado, pero me obligaban a participar porque todos estaban al tanto de la presencia del piano en la cafetería y deseaban saber qué proyectos había sobre él. Tuve que improvisar y reciclar ideas terminando cada respuesta con un:

—Todo depende de lo que quieran hacer.

Refiriéndome al municipio, con falsa amargura, y los que escuchaban asentían en comprensión.

El piano también tenía su propio protagonismo en el evento. Un par de carteles llamativos colocados en la plaza invitaban a las personas a acercarse a la cafetería de la biblioteca con la promesa de poder disfrutar de la música en vivo todo el día.

En un momento que necesitaba una pausa de tantos saludos y charla, fui a ver cómo estaban las cosas en la cafetería. Había más gente de la que imaginaba llenando todas las mesas, los empleados trabajaban sin parar, incluso se colocaron dos mesas en el patio y dos más en la vereda para ampliar la capacidad, a donde la música del piano llegaba por las ventanas abiertas. Para muchos, un evento como una feria, era una oportunidad de paseo por lo que ningún entretenimiento quedaba desaprovechado.

Miré desde la puerta y, para mi sorpresa, vi a Francisco sentado en una de las mesas. Se encontraba solo y ponía atención al instrumento entre sorbos de café. Su mirada no era como la del resto, que observaban con satisfacción y encanto el arte que producía música frente a ellos, él aún estaba decidiendo si le gustaba o no lo que oía. Revisé con cuidado el resto de las mesas y, después de dudar innecesariamente, me acerqué. Me causó gracia su cara de confusión, de la que se recuperó con una sonrisa para el momento en el que me senté.

Oculto en SaturnoWhere stories live. Discover now