Capítulo 27

293 68 17
                                    

Vicente entró a mi oficina serio, cerró la puerta y se quedó allí parado, mirándome

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Vicente entró a mi oficina serio, cerró la puerta y se quedó allí parado, mirándome. Reconocí su mirada, algo malo había pasado o hecho.

—¿Qué pasa?

—Necesito que vengas conmigo —respondió con gravedad

Dejé lo que estaba haciendo, tomé mi saco y lo seguí afuera del centro cultural. Mantuvo su silencio hasta que estuvimos dentro de su auto, donde se demoró en dar una explicación.

—Necesito que me acompañes a ver a alguien al hospital.

Sus palabras eran limitadas por la intención de dar poca información. Deliberadamente evitaba mirarme.

—¿Quién?

Indeciso, golpeó sus dedos en el volante. No era de su familia, estaba muy tranquilo para eso.

—Es alguien que está en terapia intensiva.

Eso era grave, sumado a que no teníamos terapia intensiva en nuestra ciudad.

—¿Por qué no me estás diciendo quién es? —insistí controlando mi voz.

Arrancó el auto sin responder. Una sospecha me invadió; podía ser un compañero político metido en algún problema más grande que estar internado en un hospital. Esa posibilidad era peligrosa porque podía significar que Vicente estaba involucrado.

Me quedé callado esperando que la ruta lo hiciera hablar pero su cara no mostraba señales de ceder. Su inquietud parecía aumentar mientras que sus dedos seguían golpeando el volante.

—Me tienes que contar en algún momento —reclamé.

—Cuando lleguemos.

Suspiré con fastidio, fuerte para que lo notara.

—Esto es ridículo.

No discutió.

—Te metiste en un problema, ¿cierto? —presioné.

Tomó aire pero decidió no responder.

Comencé a ponerme nervioso. Vicente me había contado muchas veces de los cuestionables negocios en los que participaban algunos de sus compañeros y que él esquivaba hábilmente. Por esa razón su carrera nunca avanzó más allá de concejal, haciendo todo lo posible por ocuparse de cosas que no dejaran mucho dinero ni requirieran mucha inversión. Era vanidoso y le gustaba hacerse el importante, pero no era tonto.

El viaje duró casi dos horas en las que no me habló ni miró, lo que ocurría no era nada normal y revisé mi cuenta bancaria con el celular por si acaso necesitáramos de dinero en nuestro destino.

—Yo sé que te vas a enojar conmigo —confesó cuando entramos a la ciudad.

—Sospecho que sí pero primero me tienes que contar qué está pasando.

Oculto en SaturnoWhere stories live. Discover now