Capítulo 34

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Después de terminar de pintar la reja, decidí pintar las puertas y ventanas de la casa

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Después de terminar de pintar la reja, decidí pintar las puertas y ventanas de la casa. Comencé a dedicar los fines de semanas a la tarea para que no se dilatara tanto. Me encontraba pintando la ventana de la cocina, la última, con mucho cuidado porque al día siguiente vendrían mis suegros a separar las cosas de Matías y quería tenerla terminada. Después de mucho pensar me pareció conveniente preguntarle a ellos qué era lo mejor, además porque también era lo justo. Mi suegra se encargó de tomar la decisión más difícil que el resto no podíamos plantear: la ropa se donaría, si aún estaba en condiciones. Y por las cosas, acordamos que cada uno se quedaría con lo que deseaba conservar y el resto tendría el mismo destino que las prendas. Me sentía muy ansioso por la llegada de ese momento. Pero no podía reflexionar mucho al respecto, detrás de mí Vicente se sentaba en un banco comiendo masas dulces, criticando todo lo que yo hacía desde la comodidad de su visita.

—Yo hubiera puesto una pequeña piscina en este lugar.

—No me gustan.

—Que antipático. Me sorprende que tengas novio. ¿Y cuándo vas a presentarlo?

—Te escucho hablar y se me van las ganas de presentártelo.

Mi comentario solo lo hizo reír.

—¿Estás arreglando la casa para él? —preguntó divertido.

Me giré para verlo, indolente a sus bromas.

—¿Te vas a sentar ahí toda la tarde sin hacer nada?

—¿Alguna vez me viste hacer algo como eso? —replicó señalando la casa.

Volví al marco de la ventana.

—Ni un vaso de agua me trajiste. Ni un café.

Al terminar de decir eso escuché el ruido del portón que se abría y cerraba, después apareció Lautaro.

—Llegaste justo para el café —informó Vicente.

Se sonrió al encontrarnos en el patio y se ofreció a preparar la susodicha bebida.

Seguí pintando mientras ellos dos hablaban, se reían y, de vez en cuando, me dedicaban alguna broma. Aun así, la compañía me hacía más liviano el trabajo. Hice la pausa para la merienda que tomamos allí en al aire libre.

—Los bebés son lindos hasta que lloran por la noche —compartía Vicente con el futuro padre.

—Varias personas me dijeron que me olvide de dormir toda una noche completa —lamentó.

—Va a ser mi ahijada —conté con inevitable orgullo a Vicente.

Se inclinó un poco hacia Lautaro.

—Te la va a robar.

Nuestra merienda se extendió con charlas de bebés y Lautaro no se mostró desanimado con la temática de la conversación. Desde mi lugar miré la casa lamentando que Matías no llegara a ver a su sobrina, pero esa idea más que entristecerme me daba la determinación y el empuje para apoyar a su hermano. Tenía la certeza de que estaría más tranquilo y feliz si yo me ocupaba de las cosas que él ya no podía hacer.

Oculto en SaturnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora