Capítulo 9

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El jardinero llegaba los sábados para acomodar de a poco el patio y mantener sus arreglos

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El jardinero llegaba los sábados para acomodar de a poco el patio y mantener sus arreglos. Casi no nos hablábamos, lo evitaba porque me incomodaba su curiosidad, tenía esas ganas de hablar de plantas que compartían todos los apasionados por la flora. Matías solía hacer lo mismo, los patios caían bajo su inspección mostrando interés por cosas que ni sus dueños entendían, hablar con extraños tampoco era un problema cuando se trataban de esas cosas. Repartía conocimiento y consejos incluso cuando no eran solicitados, inmune a las caras de aburrimiento, no podía con su genio. Muchas veces, cuando íbamos de visita a la casa de sus padres, su charla entraba en ese mundo del que no podían salir, a pesar de estar todo el tiempo hablando de lo mismo en el trabajo. Lautaro y yo manteníamos una charla aparte resignados.

El jardinero iba y venía como quería, casi todo lo que fuera necesario hacer quedaba a su juicio. Solo la huerta seguía a la espera de una determinación de mi parte. A media mañana escuché voces y mirando por la ventana de la cocina vi una persona extraña cargando con una bolsa, recibiendo indicaciones del jardinero. Pero un poco más al costado vi la espalda fácilmente reconocible de Lautaro. Así como sucedía con la taza, la forma en que se paraba con las manos en la cintura mientras miraba el patio era idéntica a la de Matías. Me quedé sorprendido, lo que menos quería eran miembros de su familia en la casa. Gruñí y después de dudar salí al patio. El ruido de la puerta hizo que girara, él parecía haber estado esperando el encuentro porque no se mostró alarmado al verme. No pude saludarlo y él vio en mi expresión que no estaba a gusto.

—Perdón por aparecer sin avisar. —Se acercó a mí con cara de culpa—. Justo estaba en el vivero y cuando supe que había que enviar un pedido, quise venir a ver. —Delante mío quitó el tono de culpa y habló con más seriedad—. El que quería visitarte era mi papá, lo convencí de venir en su lugar.

Suspiré mirando hacia el patio, no quería que se enteraran de los arreglos ni del descuido. Observé al jardinero, no se me había ocurrido la posibilidad de que podría necesitar cosas del vivero.

—¿Me vas a echar?

—No.

Una gran tristeza me invadió al pensar en los padres de Matías, podía imaginarlos querer ocuparse de todos esos arreglos ellos mismos. Pero yo era egoísta y no los quería allí. Les arrebataba la oportunidad de hacer cosas en memoria de su hijo, como hice con la tumba, sus pertenencias y conmigo mismo al negarme a verlos.

—¿Quieres café?

Tomando aire entré a la cocina seguido por Lautaro, quien tuvo la atención de no mencionar lo diferente que se veía la casa. Serví café y nos quedamos en silencio por un rato. No me sentía muy bien frente a él, después de la llegada del piano de nuevo tenía la sensación de que algunas cosas no sucedían por casualidad. Y la reunión que evitaba con sus padres amenazaba con querer ocurrir. La vida insistía en llevarme por un camino por el cual yo no quería seguir.

—¿Cómo está tu papá? —me decidí a preguntar.

—Igual que siempre. No, peor —dijo con amargura.

Oculto en SaturnoWhere stories live. Discover now