Capítulo 20

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Estábamos sentados en el balcón aprovechando que con la primavera podíamos relajarnos allí

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Estábamos sentados en el balcón aprovechando que con la primavera podíamos relajarnos allí. No estaba caluroso aún pero el viento ese día permitía disfrutar de la vista, lo más común era que a esa altura el viento molestara bastante. En la ciudad se notaba un repentino e innecesario montón de luces, reflejo visual de la vida nocturna que se hizo extrañar en el frío. En la calle había más energía, más personas, todos los restaurantes abiertos hasta tarde, las plazas más iluminadas. La cafetería del centro cultural también empezaba una temporada donde el cierre se hacía sobre la medianoche. Las noches de piano se convirtieron de interés para la secretaría de turismo quien se disputaba con la secretaría de cultura el manejo del cronograma. El verano iba a ser una época muy activa para la música. Para mí era más o menos lo mismo, más talleres reemplazarían los cursos para entretener a los ociosos en sus vacaciones, las actividades cambiaban pero el flujo de tareas se mantenía.

Francisco, por su parte, nunca hablaba de su trabajo, solo se limitaba a decir, en ciertas ocasiones, que necesitaba beber algo para dejar atrás la jornada. Cuando estaba solo, según me había contado, los videojuegos eran la mejor distracción, lo ayudaban a olvidar y apartarse de sus pacientes. Eran tres las situaciones que lo estresaban, cuando se quebraban, cuando discutían y cuando se negaban a tomar la medicación de forma correcta. Pero no se quejaba de nada solo decía:

—Hoy fue uno de esos días.

Mi admiración hacia él crecía a medida que descubría cosas. Su trabajo era desgastante mental y, de seguro, emocionalmente también. Aun así mantenía su actitud alegre y su sonrisa intacta, demostrando en todo momento que nada era suficiente para desanimarlo. Y era imposible no sentirse influenciado por semejante energía, querer un poco de esa fortaleza y reír por cualquier cosa.

Después de beber fue junto a la baranda del balcón donde respiró apreciando el clima, los abrigos ya no eran necesarios, cosa que celebraba. Me quedé observando su espalda; se apoyaba en sus brazos y miraba, algo pensativo, un punto fijo en la calle. Nosotros no nos veíamos fuera de su departamento y en el fondo eso me molestaba. Un día me di cuenta que deseaba pasar más tiempo con él, conocer más de lo que le gustaba y lo que no, compartir otras experiencias, descubrirle expresiones, aprender sus mañas, saber qué sentía. Pero me daba miedo ser visto por alguien cercano que decidiera abordarnos con preguntas, no sabría cómo reaccionar o responder y Francisco no merecía mi inseguridad y duda. Porque el afecto que me mostraba era palpable. Le gustaba hacer gala de su habilidad de cargar de significado a palabras sencillas, que hacían desaparecer el mundo que nos rodeaba sin poner en riesgo el mundo que habíamos creado.

—Ya van más de siete meses —comentó—. Me alegra que todo saliera bien. La aventura que más me duró fue de casi tres meses. —Se volteó con una expresión divertida y cómplice—. No me equivoqué contigo.

Se acercó para sentarse sobre mí. Me gustaba mucho cuando hacía eso, con una actitud entre tierna y seductora, con cierto aire dominante de quién sabía que podía hacer lo que quería. Aprendí que detrás de su espíritu de apariencia libre había una búsqueda por que las cosas estuvieran bajo su control. Su manipulación disfrazada de complacencia era parte de eso. Con el tiempo pude verlo con más claridad. Todo era calculado y entre nosotros no sucedía nada que él no hubiera planeado primero. Incluso cuando contaba cosas de su vida, como la anécdota que me compartía de sus amantes fallidos, algo buscaba que sucediera. Estaba seguro que el día que mencionó la frase "amigos con derechos" no lo hizo de forma casual, solo fue el momento oportuno para sacar el tema, y, después de su insinuación, esperó a ver si yo le seguía o no la corriente. Ese era su proceder. Pero a esa altura también era evidente que aprobaba todo lo que hacía y cómo lo hacía, una codependencia donde él estaba contento y yo seguro.

Oculto en SaturnoWhere stories live. Discover now