Capítulo 16

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No aguanté hasta el viernes siguiente y me adelanté a nuestro día habitual

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No aguanté hasta el viernes siguiente y me adelanté a nuestro día habitual. Solo rogaba que Francisco no hiciera una broma al respecto, que lo dejara pasar. Y cuando me vi en el espejo del ascensor, rogué que también dejara pasar el detalle de mi ropa.

Al entrar al departamento me percaté que la calefacción funcionaba pero la casa estaba a oscuras como si no hubiera nadie. Cuando creí que se le pudo haber olvidado apagarla escuché un ruido proveniente de la habitación. Me quedé inmóvil oyendo, tratando de descifrar qué había sido. Esperé poniéndome inquieto, pensando en algo que era inevitable pensar: otra persona estaba allí junto con Francisco. Mi corazón se aceleró con temor porque él tenía todo el derecho del mundo. Se me había olvidado que ser su único amante en todo ese tiempo era una cuestión técnica. En lugar de irme me quedé allí, un sentimiento horrible me hacía querer saber quién podría ser. ¿Alguien más joven? ¿Alguien más grande? ¿Alguien con quien el sexo era mejor? Me arrimé silencioso, su puerta estaba entre abierta y dudé. Francisco podría descartarme y yo no podría hacer nada al respecto. Me asomé con cuidado y vi un montón de papeles arrugados tirados en el piso, en la cama él parecía estar durmiendo. Estaba solo. Apoyé mi cabeza en la puerta aliviado, no me había percatado que estaba conteniendo la respiración y que las manos me temblaban un poco. Al observar de nuevo la escena me di cuenta que estaba enfermo y todo el desastre de papeles eran servilletas de papel que hicieron de pañuelos. Me acerqué a la cama donde lo descubrí despierto, al verme se cubrió con el cobertor.

—Vete —dijo con voz ronca.

—¿Necesitas ayuda?

—No, vete.

No le hice caso, me senté a sus pies un poco preocupado pero aún agradecido por haberlo encontrado enfermo en lugar de encontrarlo con otra persona. Mis palpitaciones tardaron en acomodarse. Tosió bajo el cobertor, una tos que intentó controlar pero falló, y lo avanzado de la gripe se evidenció.

—¿Tomaste algo para eso?

—Vete —repitió.

—No te cuesta responder lo que pregunté —recriminé.

No dijo nada. Una mano salió de debajo del cobertor buscando una servilleta, se la alcancé extrañado por el comportamiento. Pero no era el momento de juegos, corrí el cobertor y toqué su frente, enseguida apartó mi mano. Tenía los ojos enrojecidos y la nariz irritada a causa de las servilletas. Volvió a taparse.

—Vete —pidió ya sin fuerza.

—Tienes fiebre.

—No importa.

Me dejaba perplejo verlo actuar como un niño.

—Así que esta es tu verdadera naturaleza.

Los papeles se amontonaban junto a la cama y nada alrededor indicaba que estuviera tomando alguna medicación. En su cajón de extraños fármacos solo encontré un montón de cosas de nombres desconocidos que nada harían ante una fiebre. Sin avisarle salí para comprar algo que le sirviera. De seguro se sentía molesto pero su mala actitud iba más allá de eso. Al regresar volví a sentarme a sus pies.

Oculto en SaturnoWhere stories live. Discover now