Capítulo 24

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El domingo por la mañana nos tocaba el city tour

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El domingo por la mañana nos tocaba el city tour. Francisco insistía en actuar como si se sintiera bien pero no me engañaba. A una persona como él, tan llena alegría y de entusiasmo, se le notaba cuando su nivel de energía bajaba. Tampoco quería discutirle la mentira así que nos subimos al micro del tour haciendo de cuenta que no sucedía nada extraordinario. Éramos apenas un puñado de personas y la información sobre los lugares que recorríamos la daba una grabación. Pasamos por el edificio del municipio, un par de monumentos, casinos, el puerto, casas antiguas de gente de la que nunca oímos hablar, un museo local, una feria, entre varias atracciones más. El tour ofrecía la posibilidad de bajar en cualquier punto de interés para visitar el lugar pero no hicimos nada de eso, solo miramos en silencio. Aunque yo me dedicaba más a observar a Francisco que a la ciudad, mientras que él evitaba mi mirada fingiendo atención en el recorrido. Tomé su mano buscando acompañarlo en ese estado en el que se encontraba, no quería que se arrepintiera de haberme contado su secreto, ni que se sintiera mal al respecto.

—Si estás triste no tienes que esconderlo.

Eso hizo que decidiera mirarme y apretó mi mano con fuerza.

—Gracias.

Se veía incómodo y su "gracias" me hizo sentir culpable por ser incapaz de hacer más por él. Bajó sus ojos a nuestras manos y su pulgar acarició con suavidad mi piel.

—No quería que se notara —lamentó.

—No tiene nada de malo.

Cuando el micro regresó al punto de partida, terminando su recorrido, nos sentamos en un banco cerca del puesto que vendía los boletos. Faltaba un poco para el mediodía, por lo que podíamos almorzar temprano o hacer tiempo con algún paseo. El clima era perfecto y nos rodeaba mucha actividad pero Francisco estaba lejos de todo eso.

—¿Qué quieres hacer?

Miró la calle indeciso, una mirada poco común en él que siempre irradiaba seguridad. Después de tomarse su tiempo se volteó hacia mí e intentó sonreír.

—Quiero irme a mi casa.

Me tomó por sorpresa pero traté de actuar normal.

—Está bien, podemos hacer eso.

No hice ningún cuestionamiento y regresamos al hotel sin decir nada. Comenzaba a ponerme más nervioso, él no parecía la misma persona, se había apagado completamente. En la habitación estuve a punto de preguntarle si hice malo pero temía que pudiera sonar a un reclamo y me guardé la duda. Francisco juntó sus cosas con cierta urgencia y no pude más que imitar su apuro al tener la sensación de que saldría del cuarto y me dejaría atrás si no lo hacía.

Recién en el auto volvió a hablarme.

—Lo siento.

Apoyó su cabeza en la ventanilla mirando hacia afuera. Estaba tan acostumbrado a su cercanía física que tuve la impresión de que se alejaba de mí todo lo que el auto le permitía hacerlo.

Oculto en SaturnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora