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| Dedicación: anyelitaaaa |

Capítulo tres: Verdades.

¿De qué huyes, dulzura, si lo que llevas dentro te sigue a donde quiera que vayas? Pisa el infierno y aprópiate de todos los males. 

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KERMAN RIOX.

Solté un gruñido contenido cuando los dedos de Travis o Tyron se envolvieron alrededor de mi tobillo y detuvieron mi corrida.

Apreté los labios con hastío. ¡Maldito hijo de puta huecos cortos!

No controlé ni un ápice de mi ira y tomé impulso con cólera antes de propinarle una patada en la cara que produjo que hasta la nariz le crujiera de forma sonora. Sacudí un poco el pie con la bota e hice otro vano intento de levantarme.

Pero el maldito de Tyron no se rendía.

Mi cuerpo empezó a sudar y es que en cualquier segundo la bomba podría explotar y como la mierda que no quería seguir estando ahí dentro para cuando sucediera.

Todavía tenía muchas cosas que decirle a Phoenix. Y hacerle, joder. Un hijo, por ejemplo. Maldita sea.

Así que, haciendo acopio de toda mi fuerza interior empecé a correr con el maldito de Tyron enganchado a mi pie como una lapa. Pesaba demasiado el muy gilipollas, pero yo le daba como podía.

En un momento miré hacia delante esperando encontrar algo o a alguien, pero solo había humo negro. No había puto rastro de mis primos y me estaba empezando a frustrar demasiado la situación.

Empezaba a pensar lo peor. Recordándome estúpidamente que soy un Riox, y que todo nos sale bien por naturaleza.

Y entonces, cuando estaba a punto de pasar por la jodida puerta. Sucedió.

Todo explotó.

Ni siquiera lo sentí por completo.

En un momento estaba corriendo con un peso muerto en mi pie, y al otro estaba en oscuridad que para mi suerte, solo eran escombros y no un pasillo que llevaba al infierno.

Reiterando mi suerte, haber cargado con Tyron había sido un milagrito de fortuna pues él mismo se había llevado la peor parte del golpe, eso si.

Ni siquiera caí en la inconsciencia al instante.

Fui consciente de los gritos, del ajetreo, de todo. Pero cuando quise gritar por la cojonera ayuda mi voz no colaboro.

Mi corazón se comprimió y entonces los escuché, cuando los escuche fuertes y claros; los sollozos de Phoenix partiéndome por dentro. Mi piel empezó a arder y con todo el dolor del mundo lo único que salió de mi garganta fue un lastimero gemido.

Phoenix. © [DL #2]Where stories live. Discover now