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| Dedicación: Kars_chms, Sra_Pattinson_006, Jack_Ross_Mi_Flaco, pppaaeezz, BrigetAlex. |

Capítulo treinta y cuatro: Mercenarios por un día.

La belleza podría ser un arma peligrosa, pero la inteligencia es en su máxima expresión, letal.

Mi corazón empezó a aporrear contra mi pecho a martillazos

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Mi corazón empezó a aporrear contra mi pecho a martillazos. No había visto a Cassiel hace años, pero parecía como si aun siguiéramos siendo aquellos niños traviesos que se escurrían por las esquinas escondidas de la mansión rusa.

—¿Qué hace él aquí? —Siseó Abel, entre dientes. Ni siquiera me sorprendía que él supiera quién es. Me había acostumbrado de una manera aterradora a que Abel lo supiera todo.

—No lo sé. Pero no importa, él no se interpondrá en nuestro camino una vez que comparta unas palabras con él. —Declaré. Pero no estaba cien por ciento segura de ello. No sabía si todavía tenía el mismo poder sobre Cassiel que antes. Estaba tirando mis dados a ciegas, esperando una respuesta ganadora a como diera lugar.

—Entonces, vamos. —Respondió. Estaba claro que Abel no me dejaría estar un segundo sola en este lugar, sin importar que estuviera armada hasta el cuello debajo de este vestido. Y a pesar de que había accedido, no lucía completamente feliz con ello.

Solté un pequeño bufido divertido, y juntos nos dirigimos a aquella mesa donde Cassiel Roussos y Evan Caruso nos esperaban. En el transcurso, observé por el rabillo del ojo como Nikole estaba sentada en la barra pidiendo un trago, mientras Aleph estaba a su costado, de pie mientras observaba cada esquina del lugar. Por otro lado, Trevor y Hans estaban compartiendo palabras con Lucca y Akira Thynne, miembros activos de la Cosa Nostra (mafia italiana), habíamos estudiado a todos y a cada uno de los participantes de esta exuberante gala, y sabíamos todo sobre ellos.

—Buenas noches. —Pronuncié con una voz dulce una vez estuve en la mesa. Evan Caruso levantó su vista, con un vaso de ron en su mano y una jovencita rubia tomada de su hombro cariñosamente, muchos pensarían que era su hija, pero se trataba de su cuarta esposa. Caruso era un cincuentón que disfrutaba demasiado de la belleza joven y los negocios maritales. Tres de sus matrimonios habían sido por negocios y este lucía como que no era la excepción.

―Buenas noches. ―Respondieron la jovencita y Cassiel a la vez. Ahora que lo veía más de cerca, noté la cantidad exuberante de tatuajes que se había hecho. La última vez que lo vi, solo tenía uno. Ahora su cuello estaba completamente repleto.

Phoenix. © [DL #2]Where stories live. Discover now