| 30 |

6.8K 726 233
                                    

| Dedicación: Igc_2025ReginaRRoblesILoveFakeLoveMagnusHazmetuyamireyCelesteOrtizGonzlezKarivila_. | 

Capítulo treinta: Equipo supremo.

En el amor y en la guerra nadie gana, solo sobreviven.

Dos días después

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.




Dos días después.

20 de diciembre.
Mansión central Kavazcov, Moscú, Rusia.

De alguna forma, todos contribuimos con un granito de arena a que mi padre me dejara salir de Rusia, siempre y cuando llevara a cabo mis responsabilidades como Printsessa de la Bratva. No rebatí. Haber logrado que siquiera pensara en esa opción fue un milagro del más allá, no iba a cuestionar más nada y tomaría lo que me daba. Viktor era un hombre fuerte, recto, como su posición lo demandaba. Aparte de mí no conocía lo que era la piedad, la empatía, el cariño...

Sabía, muy en el fondo, que Viktor a mi no me quería. Creció siendo parte de este mundo oscuro y tuvo la mala suerte de obsesionarse con mi madre de una manera enfermiza y letal. Y, luego, se obsesionó conmigo. Viktor no quería a nadie, él se obsesionaba y eso era todo el rastro de cualquier cosa parecida al aprecio que recibirías de él. Y solo se ha obsesionado con tres personas en su vida; sus hijos y su esposa muerta.

Yo podía seguir siendo parte de La Legión del Lobo, y también de mi herencia en la Bratva. No necesitaba nada más, ¿cierto?

—Elegiremos las armas.

Subí la vista con rapidez cuando, de pronto, la voz de Abel reverberó por cada centímetro de mi piel, sorprendiéndome. No había escuchado que se acercaba hasta el momento en que escuché su voz a menos de medio metro de distancia.

Estaba demasiado distraída.

—De acuerdo. —Respondí, no muy consciente de que su cabeza se encontraba ladeada y sus ojos analizadores estaban entrecerrados en mi dirección, los engranajes de su cabeza trabajando a todo babor.

—¿Phoenix?

No pude evitar soltar una pequeñísima risa. Carente de gracia, extraña y hasta algo nerviosa. —Pensé que eso de analizar a todo lo que se mueve es cosa mía.

Abel me tomó la mano de pronto. El contacto cálido me robó una respiración.

—Ahora es cosa nuestra. —Afirmó con seguridad. —Dime que anda mal.

El menor de los Riox no me lo estaba preguntando, me lo estaba exigiendo.

Alcé una ceja.

—Me pone que me des órdenes. —Intenté distraerlo.

Phoenix. © [DL #2]Where stories live. Discover now