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Capítulo diecisiete [PARTE 3/6]: Los secretos de los Riox.

ADER RIOX.

Mi vista se aleja de la persona en frente de mi y se planta en la pared color crema de la cocina de la nueva casa que ahora nos pertenece, sus palabras me resonaron hasta en el pecho y de pronto, de un tironazo en el alma es que me di cuenta que las cosas se estaban yendo demasiado lejos, y volviéndose realmente serias.

Todo lo que comenzó como un juego, una aventura siniestra en busca de diversión, terminó cobrándonos factura más caro de lo que pensábamos.

O al menos, lo decía por mi.

"Estás casado. Tienes que mudarte con tu esposa..."

Y un joder. Yo no iba a mover un maldito pie de la mansión. Y menos con la vomita brillantinas a la que tenía por esposa. ¿Qué quería? ¿Que la preñara también?

Y como jodió en la no-luna de miel...

—Ya sé lo que me vas a decir. No quieres. Pero ese fue el trato que hicimos, Ader, recuérdalo.

—No. ¡Claro que no! —Rebatí, alzando mis palmas en señal de descontento. —El trato era que yo arruinaba a los Fernsby desde adentro mientras tú te encargabas de adueñarte poco a poco de Stockbridge. Casarme solo fue un maldito daño colateral que ahora estoy odiando demasiado. ¡Y tú ya tienes a Stockbridge en la palma de tu mano!

—¿Y como quieres que las personas compren que están casados por amor si no se mudan juntos? —Adrien apretó los labios, mientras dejaba el vaso medio de whisky encima de su escritorio. Yo me encontraba de pie al frente de este, observando cómo las arrugas de su rostro se lucían más que nunca ahora que estaba impotente. —Escúchame bien, Ader. Puedes esperar por... Phoenix, no tengo problema alguno con que le guardes una fidelidad callada, pero haz las malditas cosas bien.

No pasé por alto la forma extraña y estrangulada con la que pronunció el nombre de la castaña. Papá creía que era estúpido, pero no sabía que convivir con Abel en un mismo espacio por casi veinte años me había vuelto más calculador, quizás más inteligente si lo mirábamos desde un buen punto.

Si bien aquello no me quitaba lo malditamente impulsivo, por lo menos algo era algo. Y yo sabía que mi padre tenía algo en contra de la castaña.

—¿Qué es lo que me estás pidiendo? —Pregunté, con cautela. Y ni siquiera iba con pasos cortos por él, lo hacia más por mi mismo y mis ganas de degollar hasta lo que no se puede degollar.

—Que le saques hasta el alma, Ader, y luego....solo después, asesinala a tu gusto. 

Era la primera vez que unas palabras de Adrien me habían sorprendido, gustado y asustado tanto al unísono.

—¿Qué coño? —Respondí, haciéndome el estupido. Entorné las cejas como si asesinar fuera la cosa más atroz que había escuchado en mi vida y di un paso atrás, como si estuviese a punto de echarme a correr gracias a las frías palabras de mi padre.

La comisura de Adrien se alzó con una gracia implícita, que en su momento, también parecía que carecía de toda burla.

—¿Me crees tan estúpido e ignorante, Ader? Por Dios, soy tu padre. Y diagnósticos como los suyos rara vez aparecen sin razón alguna, el caso de ustedes es herencia biológica.

Joder. ¿Como que herencia biológica? Si el maldito de Abel sabía esto y no me lo dijo...

—Pero, ¿Quién? —Relajé los hombros y dejé de fingir que la sangre y las armas no eran mi cosa favorita del mundo. La situación me parecía bastante cómica. O nosotros éramos bastantes obvios, o papá era demasiado ágil.

Quizás la primera opción. Y es que...

No intentes desafiarlos, no los mires a los ojos, no los toques, no los nombres. Los Riox ocultan cosas.

Aquellas palabras no parecían ser en vano. Tal vez si éramos demasiado obvios.

Con eso también me preguntaba si Adrien sabía acerca de la extraña relación que teníamos con la morena.

—Dime ahora, padre, ¿Qué tienes para mi? —Interrumpí, antes de que explicara de quien habíamos sacado lo malditamente psicóticos.

Adrien soltó un suspiro cansado, pestañeó lentamente y luego volteó la portátil que descansaba abierta justo al lado de su computador de escritorio.

En la pantalla de esta estaba una codificación con letras y números al azar, en donde las últimas dos eran "S" e "I".

«Si».

Jodeeeeerrrrrr, eso solo significaba una maldita cosa.

Papá había logrado comprar La Legión del Lobo.

Y eso significa que teníamos acceso a información de todos los criminales y posibles criminales de todo el mundo.

Si antes éramos imparables, ahora pasábamos a ser jodidamente invencibles.

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Phoenix. © [DL #2]Where stories live. Discover now