Phoenix. © [DL #2]

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Capítulo diecisiete [PARTE 6/6]: Los secretos de los Riox.

✞

ABEL RIOX.

Exactamente cinco horas después de la paja que le esclareció las ideas.

El secreto de Aleph era caótico, misterioso e increíble. A su habitación se le había aparecido Phoebe Kavazcova con un trato bastante arriesgado, pero tentativo en sobremanera. La ubicación de exacta de Phoenix Mountbatten a cambio de secuestrar al reciente Boss de la Bratva.

El secreto de Kerman era el origen, la razón por la que esta fila de dominós había empezado a caer. Él fue el que se encargó de hacerle saber a la madre de Phoenix lo que estaba pasando. Solo el supo como, pero algo me decía que había estado recibiendo la ayuda de otra persona que quizás sabía demasiado, y que al final tendríamos que hacerle desaparecer. Lo que me mantenía curioso sobre este secreto en especifico, era ¿Por qué Phoebe Kavazcova había acudido a Aleph en lugar de su buscador Kerman?

El secreto de Ader era algo que, sinceramente, me esperaba que viniera de las manos de otra persona. Había sido una movida premeditada con la ayuda y el ostentoso dinero de nuestro padre. Cosa que no aborrecíamos y en cambio, disfrutábamos muchísimo. Los alcances que teníamos con solo poseer unos cuantos euros era extraordinario. Estaba medianamente conforme con la idea de mi hermano menor, pues comprar La Legión del Lobo bajo nuestro apellido materno había sido toda una jugada exquisita.

Trevor Colt seguía siendo el jefe, pero sus sicarios y él mismo estaban bajo nuestro manto ahora.

El secreto de Adrien, de mi padre, me asqueaba, me provocaba una repulsión inimaginable y un claro disgusto, pero todo aquello no ocultaba que, por un minúsculo lado, sentía empatía por él. Mi padre también había caído en los encantos del veneno ponzoñoso que son las garras de una mujer ferviente en seguridad y confianza, en el hechizo irrevocable de una reina con una corona imaginaria hecha con los huesos de su pasado oscuro. Las Mountbatten Kavazcova sin duda alguna, eran una maldición que cantaba al viento de las noches más largas y opacas.

Por otra parte, la aversión era por nada menos que la falta de respeto que esto representaba hacia mi madre. Adrien era mi padre, pero estaba muy equivocado si pensaba que lo dejaría pasar por encima de la mujer que me dio la vida. Y conociendo a mis hermanos, ellos tampoco dejarían que nuestro progenitor humillara a mamá de esta asquerosa manera.