| 44 |

2.4K 254 21
                                    



Capitulo cuarenta y cuatro.

PHOENIX MOUNTBATTEN KAVAZKOVA.

23 de Diciembre.
Legión del Lobo, Sede Lordem, Inglaterra.

Para nuestra suerte, el funeral pasó sin contratiempos ni atentados, lo único con relevancia había sido el pequeño percance del Giordano menor. Liam, a sus quince años, había cometido su primer asesinato, algo que la mayoría de los que le rodeaban habían hecho incluso a una edad menor a la que él tenía.

Nadie comentó acerca de la decisión que había tomado su hermano mayor, y las cabezas líderes de la Legión (nosotros) estábamos dispuestos a acoger a Liam y entrenarlo como un sicario más. En una vida como la nuestra, mostrar debilidad después de acabar con una vida era inverosímil, de aquella manera Liam no duraría ni una semana vivo, y mucho tiempo le estaba dando.

Me compadecí de él, vi el sufrimiento en cada poro de mi medio hermano, vi la culpabilidad en sus ojos y no pude evitar sentirme crudamente mal. Porque así era yo, solo tenía un corazón capaz de derretirse por un minúsculo círculo de personas.

Por aquella razón, me ofrecí a llevarlo a la organización e instruirlo por unos días, guiarlo. Por su parte, Ades se ofreció a acompañarme por igual.

Había pasado un día desde el funeral del capo de la mafia italiana, y yo me dirigía con mi antiguo chofer, puro musculo, hacia la legión. El estéreo estaba apagado, y como antes, el primer Riox de la última generación se mantenía profesional, logrando remontar mis pensamientos al inicio de toda esta travesía, a mi llegada a Lordem, hace ya medio año.

Solté una risa débil con ironía, a mi mente llegando el recuerdo de que vine con la presunta tapadera de la universidad, y a la misma solo asistí unos cuantos días. Recordé el primer beso con un Riox, con Abel. El segundo beso el mismo día, con Aleph. Los putos juegos Pre-Middle Ages, la maldita gala benéfica, y luego mi huida.

—¿Ya estás terminando de volverte completamente loca? —Cuestionó Ades, mirándome de reojo mientras conducía. Liam iba detrás, e íbamos respaldados por dos autos negros repletos de sicarios y algunos a la mafia, los hermanos necesitarían el doble de seguridad por bastante tiempo, en estos momentos todo el mundo quería matarlos.

—Tuve un déjà vu. —Admití, bajito. —Tu cara de culo me recuerda a cuando llegué por primera vez a Lordem. Creí que tenía las riendas de mi propio juego, y salí inmiscuida de más por tenerle curiosidad a la oscuridad.

PM chistó con diversión calmada, a su vez asintiendo. —La jugadora terminó siendo una pieza más del tablero.

Me encogí de hombros, internamente concordando con su analogía, y decidí no ahondar más en aquel asunto. —En temas más felices, escuché que las personalidades de Cassandra están planeando la cena de navidad y es un desastre.

—La tía Cassandra es una obsesiva con las festividades, aun más con la navidad. Y ahora que abiertamente lidia con Ania y Kore, es aún peor. Nunca sabes a quien le estás dando opiniones y, para ser sincero, asusta un poco dudar de cual será la reacción.

Solté una risa nasal, y luego di un vistazo hacia atrás para chequear a Liam. Miraba por la ventana con el rostro pétreo, sin ánimos de siquiera escuchar nuestra conversación o hacer otra cosa que no fuese respirar. Parecía una puta estatua.

Dejé salir un suspiro, y cuando volteé nuevamente hacia adelante, ya estábamos entrando al aparcamiento del sótano de la Legión. No estaba de mas admitir que adoraba la nueva sede que habíamos adquirido en Lordem, no era tan espaciosa como la de Woodside, pero era más... oscura, atrayente, daba más miedo, y eso me encantaba.

Una vez PM aparcó en nuestros espacios privados, bajamos del auto con rapidez, Liam con su maleta a cuestas, y caminamos directamente hacia la puerta de los ascensores.

Para mi gran sorpresa, recostado tranquilamente de la misma puerta, estaba nada más y nada menos que Cassiel Roussos, el heredero perdido de la mafia griega. Mi amiguito de la infancia.

Fruncí el ceño, y lo observé deshacerse de la colilla de su cigarrillo mientras empezaba a dar pasos lentos hacia él. Ades se plantó a mi lado como una lapa en un santiamén, y luego me echó una mirada inquisitiva, su cuerpo tensado y  listo para cualquier mal movimiento que viese del contrario.

—Adelántense. —Pedí entonces, la tranquilidad implícita en mi tono de voz y en mi postura.

Asintió, y ambos sin cuestionarme se dirigieron hacia el ascensor. Antes de entrar, mi hermano pequeño me observó con algo semejante a la preocupación en sus orbes castaños. Idénticos a los míos.

—Eres difícil de rastrear. —Fueron sus primeras palabras, ni siquiera alzó la vista, estaba más que concentrado quitando las manchas inexistentes de sus lentes Ray-Ban.

—¿Esperabas tan poco de mí? —Contraataqué, terminando de acercarme por completo. Cassiel alzó las cejas, y yo me crucé de brazos. —¿Cómo burlaste la seguridad?

Sonrió de lado, y finalmente sus orbes chocaron contra los míos. —¿Esperabas tan poco de mí?

Relamí mis labios y aparté la vista por unos segundos, tratando de ocultar mis ganas de sonreír.

»Un mago nunca revela sus secretos. —Continuó, mofándose de mi.

—Pero yo me sé todos los tuyos. Déjame adivinar...—Alargué la ultima silaba, colocando un dedo en mi barbilla y deslizando mi vista por toda su contextura. —Tardaste una semana descifrando nuestras rotaciones de guardias, aprovechaste el momento perfecto para crear una bonita amistad con el más susceptible. —Esbocé un falso puchero, burlándome de él. —Se hicieron amiguitos por siempre, él pensando que eres un sicario más de la Legión. Te aprendiste sus horas, y solo tuviste que dar un asentimiento amistoso para que te abrieran la puerta como a un puto rey. Algo anticuado, ¿No crees? Muy tardado, estás perdiendo el toque.

El griego mordió el interior de su mejilla, también evitando que me diera cuenta que se quería reír con ganas, era más que claro que mi análisis había dado justo en el clavo.

—Solo un detalle, Nix. —Se enderezó de pronto, su altura haciéndose más notable en comparación. Ladeó su rostro, observándome como quien mira a una niña dulce y tierna. Tocándome los putos ovarios. —Tuve que darle un buen apretón de manos para que me abriera la puerta.

Rodeé los ojos, dándole un empujón irritado para evitar su cercanía.

—¿Por qué me andas pisando los talones, Siel? Estoy harta de que me repitan que hay un griego rastreándome el culo. ¿Estás en peligro o qué? —Fruncí el ceño tras mi última pregunta. Para nadie era un secreto que cuando se trataba de Cassiel, me volvía muy sobreprotectora, igual que él conmigo.

—Sabes que ya estoy muy alejado de esa vida.

—¿Entonces qué es?

Mi ceño permaneció con el fruncido sin importar la cantidad exagerada de tiempo en la que Cassiel se quedó callado, solo observándome con una extraña expresión en su rostro.

—No me hag-

—Eres tú.

Hablamos a la par, yo quedando eternamente confundida mientras él no alejaba esos gestos que parecían rozar el martirio. Me estaba mirando como si lo estuviese hiriendo, pero yo ni siquiera lo estaba tocando.

Titubeé ante la idea de preguntarle a que se refería, porque aunque sonara egocéntrico, yo ya sabía lo que sea que rondara su mente.

Y no estaba dispuesta a que aquellas palabras salieran de sus labios. 

*** 

Hola, chiques. Este capitulo aun no estaba terminado, pero lleva rato así, lo subo para no dejarlos tanto rato en el aire. Últimamente no tengo tiempo libre, por lo que escribir se ha tornado pesado. No voy a prometerles nada, mas que todo que disfruten lo poco que puedo darles ahora. 

Besos, Yil. 

Phoenix. © [DL #2]Where stories live. Discover now