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Capitulo cuarenta y uno: Calma tormentosa. 

PHOENIX MOUNTBATTEN.

Esperé despertar en medio de un tumulto de extremidades diversas desparramadas en la cama, no obstante, solo sentía una cálida y única opresión sobre mi cintura.

Guié mi vista hacia el brazo que me estrechaba con cierta posesividad, y seguí el sendero hasta llegar a su rostro. Con la vista un poco borrosa avispé su cabello castaño clarito y aquellos parpados cerrados, ocultando sus orbes verdes vivaces. Internamente, me preguntaba si Trevor de verdad había cambiado como supuestamente daba a notar , o si solo se trataban de una máscara para intentar saciar su obsesión conmigo.

Siempre buscaba todas las razones posibles para desconfiar de la gente, lo sabía, pero no era algo que pudiese cambiar, es parte de lo que soy y lo que siempre seré. Es todo mi ambiente y a todo lo que estoy más que acostumbrada. La desconfianza.

Pero, cuando se trata del maldito amor, parece que me olvido de mis ideales y de lo que fui enseñada.

¿Por queyno puedo ser tan letal en el amor como lo soy en un campo de batalla?

Estiré mi mano, adentrando mis dedos en la cabellera suave del mayor de los Colt. Mi mente regañándome por no darme cuenta en el momento en que los demás se fueron. Anoche estuve tan drenada... tan destruida, que apenas alejaron sus manos de mi cuerpo por un mísero segundo, caí en la inconsciencia sin ni siquiera un pequeño atisbo de intento de retorno. Ni siquiera recordaba el momento exacto en el que me dormí.

Trevor se removió un poco, sus ojos abriéndose y los rayos de sol que se colaban por mis ventanales iluminando su mirada, asimilando un bosque verde fantasioso.

—Buenos días. —Susurró, ronco. Nunca le faltaban los modales.

—Buenos días. —Respondí, bajito, aceptando tranquilamente cuando su brazo me apretó más contra su cuerpo, acercándome a él.

No quería pensar en qué éramos ahora, después del suceso de anoche. ¿Fue solo algo qué pasó una vez en medio de la debilidad o... era serio?

El ojiverde alejó la mano de la piel de mi espalda y la llevó a mi rostro, deslizando con suavidad la yema de su índice entre medio de mis cejas, deshaciendo el fruncido de mi ceño.

—¿En qué tanto piensas? —Cuestionó, mientras me observaba con atención a pesar de sus ojos achinados por la recién levantada.

—En todo lo que sucedió ayer. —Admití. Y el supo al instante que no solo se trataba de la tremenda follada que me dieron.

Asintió suave, casi escueto, y entonces él fue quien frunció el ceño esta vez. Alejé mi mirada hasta el techo, físicamente incapaz de ver cual sería su reacción ante ello. Me di cuenta entonces que me importaba bastante lo que Trevor tuviera que decir al respecto. ¿Me tacharía de enferma por amar a más de un hombre? ¿Por no elegirlo a él en dado caso?

—Siempre es, y será lo que tu quieres, pequeña. Por si no te has dado cuenta, tienes a siete hombres capaces de recorrer el mundo en tu búsqueda, de aceptar tus demonios y alimentar tu oscuridad, de morir por ti incluso. ¿Qué tanto te cuestionas? Sabes que lo sea que digas ya es un hecho, una realidad.

Mi garganta se cerró. No pude siquiera rebatirle, y eso el lo sabía, la sonrisa felina en su rostro lo gritaba a los cuatro vientos.

El ojiverde dejó una suave caricia en mi cintura desnuda como un gesto despreocupado, para luego levantarse de la cama y una vez de pie, estirarse, exhibiendo su completa desnudez y el despertar de otras partes de su anatomía también.

Solté un resoplido que le sacó una breve risa, y luego me señaló con un dedo: —Tiene papeleo que hacer, señorita. No se crea que porque tiene al jefe metido en los bolsillos puede salvarse de todas sus obligaciones.

—Ni me lo digas. Es lo único que no extrañaba de la Legión.

Trevor negó varias veces, dirigiéndose al baño mientras chasqueaba la lengua fingiendo decepción.

Por mi parte, tomé camino al closet para tomar la primera camiseta ancha que encontrara y dirigirme corriendo en puntillas a la habitación de Abel, la cual para mi suerte tenía la puerta media abierta.

El menor de los Riox estaba sentado en su escritorio, tecleando en su computadora de escritorio mientras a la vez tenía dos portátiles abiertas a los lados. Tenía bastante en claro que mi novio era un puto genio de la tecnología, Oxy era una gran demostración, pero nunca lo había sentido tan real hasta ahora, que lo veía lucir exactamente como el estereotipo de un hacker se vería.

—¿Qué haces? —Pregunté, colocando mi mano en su hombro. Abel rápidamente giró en su silla para ofrecerme un espacio en su regazo el cual no desaproveché, enganchándome de sus hombros.

—Mejoras para Oxy. Quiero adaptarle la creación y disolución de virus autoimpuesta, así como también servicios médicos especializados, estaría de puta madre que ella misma le inyecte insulina a Aleph cuando la diabetes por las paletas le llegue.

Golpeé su hombro con suavidad, reprendiendo sus estúpidos y fatales pensamientos.

—Esperé que me dijeras que ya habías inventado los carros que vuelan.

—Oh no, nena, esos ya han sido inventados. Mis proyectos son únicos y originales. Maquiavélicos también, como no. —Se encogió de hombros, dejando de lado la pantalla para plantar su mano en mi mejilla y acariciar la misma, su rostro ligeramente alzado ya que quedaba unos centímetros más alta que él estando en su encima. —¿Cómo te sientes?

—Si te preguntas si estoy cojeando un poco otra vez... la respuesta es sí. —Bromeé.

Abel besó el interior de mi antebrazo a lado de su rostro, recostando un poco la cabeza del mismo. —Sabes que no me refiero a tus piernas de gelatina. Siempre están temblando después de que te follamos.

—Se puede confirmar que sus folladas hacen a las chicas olvidar hasta sus nombres.

Se rio con suavidad, inclinando su cabeza hacia atrás con sus ojitos achinados y brillantes. Jodidamente... hermoso.

—Pho. —Berreó, acercando su rostro para robar un casto beso de mis labios. —Dime. Háblame. Te quiero escuchar.

Iba a decirle, de verdad que sí, estuve a punto de abrir la boca cuando, como no, fuimos interrumpidos.

Su portazo resonó por toda la habitación y su rostro sólo indicaba miedo. Mucho miedo.

Las siguientes palabras de Ader marcaron un antes y un después en mi historia:— El capo ha muerto. El padre de Will ha sido asesinado.

***

Cortito, pero sustancioso. Volví, con demasiado tiempo para actualizar y muchísimas ganas. 

¡Riox llego a 3 MILLONES! Picaronas, no saben lo feliz y orgullosa que me siento de mi misma, y de ustedes, por supuesto. 

Un beso en esas nalgas. 

B, Yil. 

Phoenix. © [DL #2]Where stories live. Discover now