Especial 2: Nadia

75 3 0
                                    

*Los especialistas son al finalizar la historia. Estos contienen sucesos fuera de tiempo. No son necesarios leer pero uwur, esta bonetos.*

NADIA:

(2)

Las casualidades no existen. Que yo te haiga escogido no fue casualidad, entiende lo Allan. Las cosas pasaron por voluntad nuestra. ¿Y me arrepiento? ¡Demonios, no! Y si fuera una casualidad, ha sido la más inusual.

—Mierda...

Saliendo de la clase de biología, había chocado contra una masa muscular. Sin embargo, mi problema era que mi piercing del abdomen se engancho en el dueño del suéter azul.

Y dolía. Era reciente. Claro que mis padres enfurecieron al descubrirlo, porque siendo sinceros ni me tome la molestia de ocultarlo. Estaba desafiando los en una guerra fría y silenciosa. Aunque me gustaba como lucia.

—¿Estás ciego o qué? —Alcé la vista mascullando enojada. No obstante, me arrepentí de haberlo hecho.
 
¡Tonta! Es un miope. Un peligroso andante, y tu estas que solo embarras en la cara.

—Bueno, eh, es culpa de la genética. —Hizo un intento de broma, queriendo dispersar la incomodidad.
—Lo siento, iba algo apurado.

—Tr-tranquilo. —Fruncio el ceño al ver que mi enojo desapareció. No podía enojarme por ese "defecto". Susipire. —¿Eres nuevo? Uh-uh.

—Sí. —Extendió una cálida sonrisa. Sus ojos azules oscuros, por alguna extraña razón lucían brillantes. Irradiaba paz. —Así que se nota, ¿eh? —Se cruzó de brazos tomando confianza.

—¡Espera, espera, espera! —Gemi de dolor. —¿Acaso me quieres arrancar el ombligo?

—¡Eh, lo siento, lo siento mucho! —Sus ojos mostraban sinceridad, y a crédito a la desesperación que mostraba su voz, le creí.

Desafamos con sutileza el enrriedo. Él fruncia el ceño en cada momento del proceso, transmitía sus nervios como si fueran gripa. Sus movimientos fueron torpes, al igual que sus palabras arrastradas, y su malos chistes para no volver a la incomodidad. No obstante, me reí de ellos. Porque mi cabeza deseaba distraerse del piercing, para ignorar el dolor.

—Ya está. Lo siento, —rasco por detrás de su nuca —y si no es atrevimiento, déjame decirte que te queda bien el piercing. Lo sabes lucir.

Infle mi mejilla sintiendo impotencia ante su amabilidad.

No seas amable. Me haces lucir como una grosera.

—¡Allan! —Un brazo jalo de él. Una chica de cabellera castaña con rizos en la punto, lo atrajo a ella. —Pensé que te habías ido, menos mal que soy paciente, ¿eh? Vamos que Liam, ese sí es un cascarrabias.

—Domenica, —Abrió los ojos en sorpresa al verla. Y sin querer, quede como espectadora entre ellos. Porque los jocosos se encerraron en su propia burbuja. —perdón.

Eso ya fue una gran diferencia marcada.

La susodicha pellizco su nariz.

—Anda Allan. —Le extendió su mano, viéndome de reojo.

O sí. Esa perra me estaba ignorando. Sabía marcar su territorio a rastras. Así que apreté las tiras de mi maleta agarrando valentía.

¿Y si te digo que te extraño? [EN REVISIÓN]Kde žijí příběhy. Začni objevovat