Capítulo 29

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Llegué al hospital, con el corazón en la boca trague en amargo, mi mirada se encontraba aturdida pues el pánico era escalofriante. Desesperado intente buscarla, el miedo a perderla crecía en mi, era abrumador y tan desesperante.

—Señorita, —me acerqué a la primera enfermera que vi —¿sabe donde esta, Domenica Espinosa? Me podría decir por favor.

Nego con la cabeza sonriendo de boca cerrada. Aunque eso no me detuvo, la segui buscando, me metí por varios pasillos sin éxito ni nada de suerte. El tiempo transcurrió y aún no lograba verla ¿Acaso esto es el final? ¿Porque? ¿Porque no la encuentro? ¿Porque tuve que ser tan idiota?

Apreté los puños golpeando una pared. —¡ASH! —lágrimas de impotencia se acumularon por el borde mis ojos.

—¡¡Abran paso!!

—¡¡Permiso, código rojo!!

Las puertas principales de la sala se abrieron. Eché un vistazo a lo que sucedia. Corrían junto a la camilla sin perder de vista a quien llevaban, al ver un mechón del cabello de la persona, salí corriendo detrás de ellos.

¡Es Domenica!

Una jodida felicidad me inundó. Era un alivio verla.

—¡Código Rojo! —gritaron entre ellos.
—Necesita urgente un lavado estomacal. Necesitamos que preparen la sala pero ¡Ya!

Hize lo que pude para estar a lado de ella. Me metí entre ellos con bastante dificultad, al tocar su mejilla con mi pulgar sentí como se encontraba helada por el fuerte frío de la noche, ¿esto es la vida real? Más bien, parece una pesadilla, una realmente asquerosa.

—¡Joven, permiso. La vida de la mucha corre peligro! ¡Apartate, deja que hagamos nuestro trabajo! —me empujaron. De lo débil de mi estado, caí al suelo.

Me levanté con torpeza, pero al instante me caí de nuevo, intente otra vez seguirlos, pero no podía. Mis pies no me lo permitian, no respondían a lo que quería hacer. Estaba tendido en el suelo tan miserable.

Limpie un par de lágrimas. Agarre mi pie agitandolo —Vamos, por favor respondan. No me pueden fallar ahora. —cada vez más seguia derramando lágrimas —Es mi bebé, quiero verla.

Los seguí agitando. Pero no respondían, vi la baranda de fierro, me aferre a ella con la posibilidad de alcanzarlos. Era mi única solución para poder verla.

Con esfuerzo me sostuve. Mi peso me jugaba encontra, sin embargo no me rendí, no iba a permitirme lo; segui avanzando a paso torpe. Aunque no respondían para nada.

—¡Agh! —me caí. Golpe el suelo, me sentía  tan inútil, si la hubiera detenido nada de esto hubiera ocurrido. Pero todo fue culpa de mi orgullo. Si las cosas fueran distintas estuviera ahora mirando esa bella sonrisa de sus labios.

—¡Allan! ¿Estas bien? —reconoci su voz. Sonaba preocupado —, vamos, apóyate en mi hombro.

Hize caso al consejo de Liam. De seguro que los de la recepción ya se encargaron de comunicar a nuestros familiares  de la situación  actual. Todos han de estar odiandome. Perdí absolutamente todo, el miedo a la soledad era algo que me aterraba y cada vez se hace más realista en mi.

—¡Nesecito verla! —intente moverme.
—, ¡Liam, llévame con ella! ¡Quiero verla! ¡Ya!

En silencio me dejo en la silla del hospital, intenta parame, pero mis piernas no respondían. Esto me está destrozando, no dijo ninguna sola palabra.

—No puedo creerlo. —musito, agarro su rostro ocultándose del mundo. —Estoy llorando, —su voz se quebró —parece que Dome sigue siendo especial para mí. Y duele bastante...

¿Y si te digo que te extraño? [EN REVISIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora