Capítulo 6

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Capítulo 6:

Clips

El día de la cita llego, no la esperaba con deseo más bien con unos nervios, y es que el pensamiento de arruinarla me comía entero el cerebro. Las palabras de Pedro fueron sencillas: “Todos cometemos errores, estarás bien, solo es una cita.” Estaba bien su consejo, al menos era mejor eso que escuchar un: “Rómpete una pierna.” ¿Quién le desea el bien de esa forma? Es como asegurarle que le irá mal, como un mal augurio.

Anabel elijo una cafetería de espacio abierto y bastante pinta de vintage, donde las mesas son de corteza de árbol con un lindo arreglo de ramas y hojas en el centro. No tengo problemas con el lugar, eso es lo de menos. Pero nunca Pedro comentó que su prima, salió de un club romántico mezclado de lo anticuado.

Me sentía en una cita a ciegas ¡Oh, que sorpresa! En realidad, es una, bobo.

—Su pedido —sonreí al ver mi hamburguesa con doble queso derretido. Olía demasiado bien como se veía. El apetito se despertó en mí, así que frotando mis manos me adelante a darle un mordisco. Anabel había pedido una torta de chocolate, comentó que no era buena iniciando la dieta. Que siempre solía postergarla al lunes y ese dichoso lunes no llegaba.

Relajada. Me gusta esa actitud fresca y espontanea que desprende. Espera que por lo menos seamos amigos.

—¿Y porque a mí? —pregunté de golpe tomándola por sorpresa. Me miró arqueando la ceja, meneando la cabeza sonrió mostrando sus Brackets morados —, disculpa… digo, no prefieres alguien de tu edad.

—Ah, claro —probó un pedazo de torta chocolatada que también tenía buena pinta. —. Solo es que cuando te vi hice clip, y ya. No esperes un testamento largo de mi parte lleno de cursilería. No creo en el amor a primera vista, pero creo en los clips, —alzo los hombros restándole importancia al asunto—además verte jugar, eso si fue emocionante la verdad. Y frustrante al mismo tiempo, eres una avalancha de emociones, Allan.

Puse ambos antebrazos sobre la mesa buscando una posición algo más cómoda.

—¿Hacer clip? ¿Qué es eso? Suena a una papelería, y esas cosas.  —La conversación fluía. No era incómoda como me lo imaginaba. Que locuras mías al pensar que esto saldría mal.

—Que básico los hombres —puso los ojos en blancos mostrando diversión oculta. —, en las películas viejas de romance, cada vez que los protagonistas se enamoran hacen clip y ya. Es tan sencillo como suena.

—Entonces soy una película.

—¿Que? No, para nada —rio. Di otro mordisco, el queso derretido sabe genial —, solo es como un crush temporal. Esperemos que sea una gripa pasajera. —bromeo.

Coqueta se llevó otra cucharada de ese pastel. Ok, esto se está tornando divertido por aquí. Sus ojos marrones se llenaron de chispas convirtiéndose en dos perlas brillantes.

—¡Auch! Gracias —toque mi pecho fingiendo dolor. —, rompiste mi corazón.

Arrugó la nariz bebiendo de su jugo
—Sobrevivirás. Además, estoy informada, solo le haces un favor a mi primo.

—Anabel...

—Llámame Ana. —Aclaro sin ningún tono de molestia.

—Ana. Es verdad, aunque te dijo algo —arqueo la ceja —, no pensé divertirme ¡Y míranos, uno con el corazón roto y el otro fingiendo frialdad! ¿Qué más puedo pedir?

Comenzó a reír. Con una de sus cubrió su boca, y con atrevimiento se la quite. Se relajo con mi tacto mostrando una amplia sonrisa marcando los hoyuelos escondidos en los costados de su mejilla.  —Tienes razón, hablando serio ¿cómo se llama?

—¿Qué, de que hablas Ana?

—Mi competencia, como se llama ella —Mi piel se erizo. «Con que Pedro no es bueno guardando secretos, ¿eh?» Quién lo diría, dos horas conversando y una desconocida me lee tan bien que Dome en estos dos años.

Alguien me comentó una vez que todos necesitamos ser escuchados. Y lo más curioso, es que nos sentimos libres a contar lo que llevamos por dentro; pero volamos más allá al enamorarse y vivirlo.
Aunque eso “maravilloso” se puede convertir en una espada de doble filo, y sin darte cuenta de vuelves adicto al corte.

Yo lo vivo. Quizás. Tal vez. No es perfecto, pero vale la pena esperar, se los aseguro. Ella vale la pena.

«Es mi bebé, ella es mi bebé.»

Me acomode en la silla por tercera vez. —Doménica.

—¿Y cómo es? —Al ver mi cara de incomodidad decidió agregar—¿Qué? No es malo ser viejas chismosas de vez en cuando.

—Solo, no quiero hablar de eso. Es algo complicado.  —admití.

O complicado era Liam.

—Ok, lo decidí —arqué la ceja, di otro mordisco a la hamburguesa esperando una respuesta —, lucharé por mi clip.

Abrí los ojos como platos, la escena de mi cabeza era tan dramaturga. La imagine a Doménica y Ana luchando por mí en un boceo. No es tan trágico, pero si muy penoso. Apuesto por Ana. Se ve ruda. Esas trenzas no las tiene cualquiera.

—Solo olvídalo, —saco de su bolso un billete. Lo dejo en la mesa —nos vemos y gracias por venir, a una cita con una de quince años.

Asentí. —Adiós, Ana. Gracias por tu compañía.

Al llegar a la casa lo primero que hice fue darme un baño bastante largo. Cene en la compañía de Liam y papá, topamos ciertos temas sobre la universidad, el instituto, el basquetbol y el bufe de abogados en el cual él pertenece, y al parecer se presentó un nuevo caso. Es raro escuchar de casos graves cuando de MISAN se trata, es una ciudad pequeña y pacífica. Hubo ciertas bromas, y risas por parte de los tres. Al terminar de tomar el té de menta que Liam preparo, subí a mi habitación deseándoles buenas noches a ambos.

Mi celular vibró encima de mi cama. Lo agarre pausando la película que había puesto en el ordenador sobre los clips. Al ver la pantalla de quien llamaba me emocioné. Era Doménica, la tengo agendada fotografía de una Doménica con ropa del colegio mientras saca la lengua a mi lado un día que me ayudo a limpiar en el entrenamiento.

—Hola, Dome ¿qué pasó?

Escuche el ritmo de su respiración, el cual agitaba mi corazón.

—Allan, noche de juegos el domingo ¿te animas? —me refugie en esa voz dulce y animada.

—Sí. ¿Has escuchado de los clips?

—¿De los que?

Me eche a reír emocionado. —Algún día, Dome, algún día.

1 mes antes de los 17.

¿Y si te digo que te extraño? [EN REVISIÓN]Where stories live. Discover now