Capítulo 9

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Capitulo 9:

Aclaraciones y mini faldas

Panfletos. El equipo de básquetbol, oficial anunciaba su primer partido, como un deporte no como un club.

Después d dos semanas que la entrenadora sufrió de tanto papeleo, recolección de firmas, y charlas con el director, las puertas al fin se nos abrían de forma miserable, sin embargo, el hecho de pasar de club a deporte ya era grandioso. Hasta uniformes podríamos pedir si nos iba bien en los próximos partidos, era como subir unas escaleras. Paso por paso.

La alegría de ella era más que contagiosa, recordándonos de que nada es imposible. Su locura hizo que imprimiera quinientos panfletos, si es demasiado. Era responsabilidad absoluta del equipo, entregar a todos del colegio, así ella por fin podría descansar de tanto desvelo.

Hice grupo con Pedro y Pablo, los tres repartiremos cerca de la cafetería, es el lugar donde más estudiantes hay, junto al otro día de tercer año que se encontraba al otro extremo de la cafetería. La campana sonó. Varios se juntaban, era receso. Tenía que hacer esto rápido si al menos quería alcanzar a comer algo, porque los estudiantes se convertían en unas fierras con garras a la hora de comprar. Me sorprendía a mí mismo saliendo vivo de esa masa, ¡Si se puede!

—Hola nena, si yo jugaré ¿vas a verme? —Pablo no tardó en arrimarse a una chica rubia, la cual se encontraba en uno de sus fetiches. Le entrego el panfleto guiñándole el ojo.

—Ah, claro, justo lo que necesitaba en mi vida, gracias. —contesto sarcástico.

Pedro y yo no evitamos reír. Los trucos de conquista de Pablo eran malos, solo basta un vistazo para confirmar que lo suyo no era coquetear. Cosa que le ponía difícil. Aunque sea simpático, sus babosadas le juegan encontrar junto a las estupideces que solía decir.

—¡Cállense! La tenía en la palma de mi mano —mostro su mano dando referencia. —Así de cerca y ustedes payasos la espantaron. Recuerden que el del carisma soy yo.

—Claro, claro. La chica se veía muy, muy, muy interesada. —contesto Pedro con sarcasmo —. No viste como se le salían los ojos del interés, eso sí es estar interesada.

—Huyyy —murmure dando más leña al fuego. Molestar a estos dos era cómico y divertido. Ese par de chiflados siempre se encontraban en una riña.

—Si te crees. Hagamos una apuesta, —ofreció maliciosamente —el que consiga más números gana, y el que pierde se echará una bebida encima, en minifalda en la cafetería. Suficientemente patético para ser real.

—Al frente del bar. —asintió —Acepto entonces. —cerraron el trato con un apretón de manos.

Y así fue, como esto se convirtió en una apuesta estudiantil.

Ridículos.

Pero... apuesto por Pedro, sé que es más capaz de hacer este reto, Pablo se metió en terreno peligroso, al apostar sobre este tema donde claramente no era su fuerte.

Ladee la cabeza. Aún me faltan veinte panfletos y mis compañeros desaparecieron como espuma para conseguir números. Era pesado, y el tiempo transcurría veloz y la hambruna visito mi estómago.

—Gracias —sonreí. El grupo de chicas se alejaron de mi entre pequeñas risitas y una pelinegra bastante sonrojada arquee la ceja sin entender el porqué de las risas. Mi estómago rugió. No sería malo dar una pausa. Tengo hambre.

—¡Allan! —un respingo frío me recorrió. Intente ignorarla con cinismos. Al ver lo que pretendía se me adelanto quedando frente a mí para que no huyera. —necesito que hablemos.

Evite su mirada. Sus ojos cafés son tentadores, capaces de quitar el sueño y el aburrimiento, va perfecto con su personalidad amistosa.

—¿De qué? —vacile mi mirada —. Estoy algo ocupado. —mostré los panfletos. Intente irme a buscar a Pedro. Pero sus manos me detuvieron ¿Qué tenía que explicar? Lo de ayer me dejo en claro las cosas. Solo somos amigos.

—No se puede quedar así. ¿Te molesta que no te contara? —Se cruzo de brazos. Rodé los ojos como respuesta. —No me equivocado, ¿eh? Es tu hermano, Allan.

—Si, y tu mi mejor amiga. —ataque —Todos me apartan por él, la cosa que me molesta es tu hallas caído en ese rollo de chico malo. ¿Te gusta, acaso?

—Espera, dramático. No estamos saliendo, simplemente lo de la habitación fue un pequeño delis que ambos cometimos. Además, ¿Qué quieres que haga? —Me miro sería —Nuestra amistad es importante para mí, no te echaré de lado si eso te preocupa.

—Pues no parece.

—¡Solo quiero que mi jodido mejor amigo se comporte como tal, no como un novio celoso sobreprotector!

Se acerco más a mí furiosa. Tenía el ceño fruncido. Y su respiración se volvió agitada.

—Ese es el problema, que yo no te veo como mejor amiga. Te quiero, Doménica. No como amiga, no como hermana, ni como el pequeño delis de mi hermano. Te quiero, ¿acaso es difícil de entender? —arrugue las cejas. Hasta entonces tuve el pequeño momento de repasar mis palabras viendo que me había declarado. Sus labios se abrieron, pero los volvió a cerrar cuando no supo que decir. —Así que te daré la oportunidad de elegir, a él, o a mí.

Ella me gusta, me gusta ese desastre y me enloquece sus defectos. Amo sus raras opciones con las agentas, me gusta tanto como de la nada canta en el silencio y te transporta a un concierto en vivo. Quiero estar con ella, es sencilla y honesta, algo vaga pero imperativa.

Si decide estar con Liam, es porque se complementan. Soy su amigo, no debería entristecer me. Más bien me alegra que encontrara a alguien que ama. Y yo también la seguiré amando.

Ella no pudo responder. Agallo la mirada sin decir nada más. No dijo nada porque no quería lastimarme, y agradecí su piadoso silencio.

Ella aún no está lista para responderme.

Volviendo a mi objetivo anterior, camine hacia el bar. Después de unos minutos en esa cola que parecía interminable, logre alcanzar a pedir una rebanada de torta de chocolate. Cierta sonrisa aparatosa invadió mis recuerdos.

—¡Hey, secundaria Arthur! —Una voz familiar hizo que girara sobre mi propio eje. Al ver que nadie le prestaba atención, decidió dar un golpe sordo a unas de la pared. Ese llamado basto para que todos veamos lo que sucedía.

Era Pablo, en minifalda sin camisa. Con unos labios perfectamente pintados de rojo, y un rosa decorando sus mejillas de forma escandalosa. Al parecer agregaron nuevas condiciones. El perfecto suicidio popular.

—¡Oh por Dios! —sacaron los celulares para inmortalizar este momento. Y me incluyo. No todos los días veías unas piernas velludas de un basquetbolista, cubierto por una tela roja que apenas lograba cubrir su calzoncillo. Ni quisiera saber de donde consiguieron esa falda.

Sensualmente se regó la bebida, mientras bailaba. Varios chiflidos se escucharon seguido de risas y aplausos por aquel sensual baile. Al menos se quien ganó la puesta. Y de seguro no fue Pablo ¿por qué lo digo? Instinto. Si, instinto femenino de Pablo.

1 mes antes de los 17.

¿Y si te digo que te extraño? [EN REVISIÓN]Where stories live. Discover now